El verdadero truco de los ilusionistas, y de los carteristas, es distraer la atención. El mago consigue que mires el sombrero que muestra con la mano izquierda mientras la derecha viaja rápidamente a su bolsillo. El ladrón nos distrae con un empujón o con un mapa de carreteras en chino mientras la mano viaja rápidamente hacia nuestro bolsillo. La mano que distrae y la mano que opera no son independientes, sino que forman parte de un mismo organismo regido por un mismo cerebro. No podemos decir que una no ha hecho nada y todo lo hizo la otra. Del mismo modo, no podemos abordar la cuestión de las pensiones fijándonos sólo en las cotizaciones y el nivel del fondo de reserva, la llamada "hucha de las pensiones", ya que forman parte de un único organismo regido por un único cerebro, y dicho organismo es el Estado del bienestar. O el Estado, a secas.

Las pensiones son uno más de los pilares del Estado del bienestar, junto a la sanidad, la enseñanza y, en teoría, la dependencia. Funciones que históricamente ejercieron las familias y se han ido transfiriendo a la cosa pública. Hace un par de siglos las familias se enfrentaban casi solas al deber de cumplir o pagar esas funciones: enseñar a los hijos, curar a los enfermos, atender a los que ya no se valen. Ahora el Estado cumple una parte importante, y en general nos parece bien, puesto que la sociedad exige universidad gratuita para todos, sanidad universal sin listas de espera y pensiones suficientes para una vida plena y autónoma. Las familias sacaban los recursos de trabajar, en casa o a jornal, y el Estado los saca de los impuestos. La historia nos ha llevado a que las pensiones se paguen aquí con un determinado impuesto sobre los salarios (las cotizaciones), pero ninguna ley cósmica obliga a ello. ¿Acaso la enseñanza se paga sólo con el IVA y la sanidad con el IRPF? En realidad, cuando las cotizaciones no cubren las pensiones, el Estado inyecta dinero de los presupuestos generales, es decir, del resto de impuestos. Y si el desequilibrio persiste y se agranda, tal como apuntan las proyecciones demográficas, tal recurso será cada vez mayor.

Problema: cotizaciones desiguales pagan pensiones desiguales, mientras que impuestos desiguales financian servicios públicos igualitarios, y quién quiere más, lo compra al sector privado. La gente que ha cotizado por encima de la media no aceptará fácilmente que la pensión no se lo compense.