Ha habido un grave error en la profecía de Orwell (el hombre erraba mucho), y en nosotros al adoptarla. Pensábamos que el gran hermano estaría alrededor nuestro, en todas partes, vigilándonos, pero al fin y al cabo fuera de nosotros. O sea que el paradigma era de control total desde fuera. Sin embargo no ha ocurrido así, al revés, hemos sido nosotros los que nos hemos metido dentro del estómago del gran hermano, como en la profecía de Jonás en el vientre de la ballena, sólo que de forma voluntaria. A estas alturas de la película está ya muy claro que el gran hermano tanto tiempo temido y esperado es Internet. Mientras tememos al objetivo de la cámara de la pantalla, por si alguien la activa y nos capta la imagen, vamos metiendo sin parar todo lo que somos en la base universal de datos, y todavía nos consuela que esté en la nube. La cámara es el engaño: no era vigilancia, es digestión.