Empezando por Irene Montero, siguiendo por Sofía Castañón y acabando por Carolina Bescansa, las mujeres de Podemos dan más pena que otra cosa. Daba eso ver a la diputada podemita Sofía Castañón, subir a la tribuna de oradores de ese templo de la democracia que es el Congreso de los Diputados, vestida con una indefinible camiseta o lo que quiera que fuera, que permitía ver lo que mostraba. Tan descarada como fue, pero no se atrevió a mostrarse sin ese velo que lejos de ser de pudor fue de impudicia y con el que sólo buscaba un fin: provocar. La Castañón no es la Schifer.

No me extraña que la presidenta del Congreso, la zamorana Ana Pastor, se haya mostrado harta de los numeritos que realizan estas mujeres que provocando y montando el circo a diario se creen que están haciendo un favor a la causa de la mujer. Flaco favor. Nuestra causa no consiste en uno o mil paros, en una o mil manifestaciones en una o mil camisetas con las que hacerse la foto perdidas entre los escaños del Parlamento. Nuestra causa necesita sentido común y voluntad política. Lo demás es postureo. No me gusta un pimiento que sean precisamente hombres, por muy sindicalistas y de izquierdas que sean, los que teledirijan a las mujeres. Ahora toca esto, mañana toca lo otro y pasado ya veremos.

Estoy hasta las narices de que cierta izquierda se crea dueña de la verdad y de la razón. Como si sólo cierta izquierda tuviera los resortes para cambiarlo todo. Lo que no entiendo es cómo no lo ha hecho en tantos años como llevamos de democracia. Antes, impensable, claro. Pero, ¿y ahora? No estoy dispuesta a dejarme engatusar por cantos de sirena y a ser engañada por quienes han sabido engañar muy bien, sólo que ya no cuela. La falta de respeto al decoro parlamentario de la bancada morada es vergonzosa y denigrante. Se retratan ellos y ellas solitos y solitas. De ahí la reacción de Ana Pastor quien con esa sorna que la acredita les pidió que, alguna vez, por lo menos alguna vez, lleven un estampado "con cerebro de mujer" y no esas leyendas que no contribuyen a nada.

Si esto forma parte de ese maravilloso cambio que prometía Pablo Iglesias, por favor, volvamos a la Transición. Volvamos al sentido común, volvamos a la educación y al respeto. Vale ya de numeritos del peor gusto. Vale ya de tanta procacidad. Vale ya de tanta impudicia. Esto no es lo que se esperaba de unos jóvenes universitarios. Tengo para mí que a pesar de dar clases en sus respectivas facultades, la Universidad no ha pasado por ellos, por mucho que ellos hayan pasado por distintas universidades, fundamentalmente la Autónoma de Madrid.

Un poquito más de cerebro, señoras Montero, Bescansa y Castañón. No se puede ir por la vida en plan "Amarcord", acuñando palabras que provocan la hilaridad y atentando contra la más elemental de las reglas por las que nos tenemos que regir: el respeto. Fue Gandhi quien aseguró: "No puedo concebir una mayor pérdida que la pérdida del respeto".