El pasado lunes, cuatro presidentes de comunidades autónomas suscribieron en León una declaración institucional que contempla, peticiones y quejas al Gobierno central. Lo más llamativo del caso es que dos de los presidentes, los de Galicia y Castilla y León, son del PP y los otros dos, los de Asturias y Aragón, del PSOE. Sin embargo, fueron capaces de ponerse acuerdo, por encima de siglas, para denunciar problemas comunes e incumplimientos y reclamar soluciones a Moncloa. El texto del acuerdo no es agresivo ni duro ni contiene amenazas, pero sí recoge el descontento de estas regiones sobre lo que está ocurriendo en España y la falta de iniciativas de Rajoy ante males tan graves como la despoblación, el envejecimiento, una financiación suficiente y clara y la ausencia de Internet en muchas comarcas. Sin especificarlo (pero se podía leer entre líneas) venían a decir algo así como "no todo va a ser Cataluña; también existimos los demás y, encima, somos más pobres".

El documento de León constituye todo un hito político en una España que parece caminar hacia los reinos de taifas y donde todo el mundo tira hacia sí sin importarle las dificultades del de al lado. En este caso sí les importaron a Alberto Núñez Feijóo (Galicia), Javier Fernández (Asturias),, Javier Lambán (Aragón) y Juan Vicente Herrera (Castilla y León), quizás porque esas dificultades son comunes y están muy poco atendidas por Madrid. Lógico, por tanto, que los cuatro mandatarios reclamen al Gobierno central que ponga ya sobre la mesa su propuesta de medidas para luchar contra la despoblación, algo a lo que se comprometió hace casi un año en la reunión de presidentes y de la que no se sabe nada de nada. Es uno de los cánceres que está machacando y poniendo en riesgo el futuro de muchas zonas, pero sigue el inmovilismo y la falta de un plan o una estrategia para atajar la agonía de cientos de pueblos y de provincias enteras. Hasta hace poco no se habían enterado de la historia.

Y sigue en el aire la financiación autonómica. Feijóo, Fernández, Lambán y Herrera piden diligencia, claridad, suficiencia y que, en el nuevo modelo, se contemplen los costes concretos de prestar esos servicios. Saben de lo que hablan. No es lo mismo mantener un consultorio médico en zonas montañosas semidespobladas y envejecidas que en un barrio de Madrid o Barcelona. No cuesta ni parecido mantener una escuela con cuatro niños en una pequeña aldea que un colegio en una ciudad. Por eso piden que se financie el coste efectivo de prestar esos servicios por encima del reparto por número de habitantes, como reclaman Madrid, Valencia o Murcia.

E Internet. La situación la resumió el gallego Núñez Feijóo: "Igual que no se concibe un pueblo sin agua, sin carretera o sin luz, hoy tampoco se concibe sin Internet de calidad". Esa es otra forma de luchar contra la despoblación, de dar igualdad de oportunidades al mundo rural y al urbano.

El cónclave de León y sus consecuencias tendrían que haber tenido una amplia repercusión mediática. Hablamos de casi ocho millones de personas, de un pacto por encima de partidos políticos, de una búsqueda de salidas a problemas seculares o graves. Pues, ja, ja, ja. Nada de eso. Muy poquito ha salido en la prensa nacional, cero patatero en las tertulias de tele y radio que he oído estos días, ninguna declaración de responsables nacionales sobre el asunto y cómo ha sido acogido. En cambio, ya ven, párrafos y párrafos, horas y horas de comentarios, fotos y más fotos del cambio de look de Anna Gabriel, de si se ha quitado el flequillo-borroka, de si ahora lleva rebecas de punto clásicas en vez de aquellas camisetas de andar por los sanfermines?

Y, óigame, ¿quién es esa tal Anna Gabriel?, ¿con quién ha empatado?, ¿cuáles son sus méritos para semejante atención periodística? Enormes, de Premio Nobel. Fue portavoz de la CUP en el Parlamento catalán, se declaró antisistema, soltó más de un exabrupto, montó algún lío y, ahora, ante la posibilidad de que la Justicia le pida cuentas, no por sus ideas sino por sus actos, ha decidido "exiliarse" en uno de los países más capitalistas del mundo, Suiza, y en una de las ciudades más caras del planeta, Ginebra. Y ha contratado a un abogado chupacuartos experto en defender a gentes cercanas a ETA. Bueno, pues, esta mujer de tamaño currículum ha merecido mucha más atención que las quejas respetuosas y las peticiones razonadas de cuatro presidentes que representan a casi ocho millones de personas. ¿Quiénes son aquí los marginados, los olvidados, los desheredados? Pidamos todos asilo político en Suiza, o donde sea, a ver si así nos hacen un poquito de caso.