Si usted es propietario de un automóvil, ándese con mil ojos, ándese con mil cuidados y téngalo a buen recaudo, aunque ya ni los garajes vecinales valen para irse tranquilo a la cama. Su coche está en peligro. En realidad los autos siempre han estado en peligro. O se roban enteros o se roban por piezas. Ponga el retrovisor en posición y recuerde conmigo. Hace años empezaron por afanar los radiocasetes, luego las llantas de aluminio, después los navegadores y más tarde los catalizadores. Sólo que los catalizadores vuelven a ser uno de los elementos de nuestro auto que prefieren los ladrones. Están nuevamente de moda y su robo a la orden del día. La policía ha empezado a ponernos en alerta. La cosa es cíclica y tiene mucho que ver con la crisis.

Servidora no tiene auto, sólo una simple bicicleta, con su cestita y su aquel, que me regaló mi primo Angel Luis, de ahí que los elementos que componen un automóvil me preocupen muy poco. No obstante sé que el catalizador es el encargado de modificar químicamente los gases de escape para reducir las emisiones nocivas. Hasta ahí todo muy bien e incluso me atrevería a decir que muy ecológico. Me dice un mecánico amigo que esta pieza que incrementa notablemente el precio del vehículo, el mantenimiento y no sé cuántas 'contraindicaciones' más, para más inri produce averías y, por si eso fuera poco, está en el punto de mira de las mafias que se dedican a robar los catalizadores de los coches por los elementos que contienen y que, al parecer, se pagan muy bien pagados en el mercado negro y lo mismo también incluso en el mercado blanco.

¿Qué tiene el catalizador para haberse convertido en objeto de deseo por parte de los amigos de lo ajeno? De ellos se obtiene platino, paladio, rodio y cromo, metales muy cotizados y que, ya digo, se pagan a buen precio. Por lo visto y según el mecánico que me asesora resultan, en cierta medida, rentables para quien los consigue por ese medio. Todo son ganancias y ninguna pérdida salvo que te pillen in fraganti y la Policía deba intervenir. Entonces la cosa cambia. Aunque los afectados siguen pensando que hay una excesiva permisividad, una excesiva tolerancia con estas cuestiones. Quien pierde, siempre, es el dueño del vehículo.

Estos metales preciosos que impregnan un panel de cerámica que lleva el catalizador son los que reaccionan al entrar en contacto con los gases nocivos y generan gases nobles que resultan menos contaminantes cuando llegan a la atmósfera. Porque de gases nocivos la pobre atmósfera va bien servida, de ahí que se utilicen estos y otros 'intermediarios' para tratar de paliar la agresión constante que sufre la pobre nuestra. Porque, su cuidado y mantenimiento es cosa de todos, no sólo de los conductores. Los dueños de los automóviles han vuelto a adquirir una preocupación más, la de vigilar sus coches. La de cuidar que no le sustraigan el catalizador.