Relatando sus comienzos artísticos, el pintor Vela Zanetti contaba que, en León, fue llevado con un profesor de pintura que al cabo de dos años de clase confesó a su padre: "A este chico no tengo más que enseñarle". Mucho después, el pintor, interpretando este hecho que señalaba su precocidad artística, decía en una entrevista : "Aquí empezaron los tormentos de Cristo". Se refería al calvario que le esperaba en el camino de ganarse la vida con la pintura que emprendió tan joven e inexperto. No obstante estamos hablando de un artista triunfador que empezó su carrera de éxito en América no sin pasar antes por Madrid, París y Florencia.

En México quedó deslumbrado por la pintura muralista que en la primera mitad del siglo XX triunfaba con Diego Rivera, Siqueiros y Orozco, del que se sentía discípulo . Es por lo que, en su etapa americana, la pintura al fresco fue especialidad en la que destacó hasta el punto de realizar un mural en la ONU.

La pintura cubriendo rocas o paredes se ha practicado desde antiguo, pudiéndose contemplar desde la más esquemática de las cuevas prehistóricas hasta la compleja y narrativa de las pirámides. VZ se sentía orgulloso de continuar esta técnica ancestral en la que los genios del Renacimiento habían marcado un nuevo camino. Y como los maestros de dicha época gloriosa del arte, nuestro pintor acometía, él solo, el trabajo ímprobo de cubrir enormes superficies. Si se trataba de techumbres debía realizar el trabajo tumbado, con el consiguiente desgaste de cervicales. Creo que el ejemplo de Miguel Ángel en la Capital Sixtina, con la misma postura, debió darle fuerzas para emular de algún modo al genio. Sin embargo el coste en la salud corría parejo al económico, según él mismo se quejaba, con un deje de humor, por tener que gastar no pocos dólares en alcohol para darse friegas.

De España, reconocía la influencia de Vázquez Díaz, Zurbarán y Goya. Cuando retorna, se dedica mayormente a la pintura de caballete. Sin olvidar las grandes intervenciones muralísticas en La Robla y la diputación de Burgos.

Vela Zanetti pintando, era un castellano que viajaba en el tiempo. Me lo imagino como uno de aquellos conquistadores portando pinceles en vez de espadas, pero con el mismo coraje y determinación en el campo del arte. Su visión de la pintura tenía lo rotundo y claro del paisaje castellano; también la dureza del mismo, reflejada en manos y rostro de los campesinos o en los guerreros del Cid a quien retrató con el carácter recio y fuerte que aparece descrito en el poema de su nombre. "Pinto hombres, pinto guerreros, al hombre quemándose en su historia".

Y quemando la madera, esto es, con la técnica del pirograbado , el pintor crea un viacrucis que en el arranque de la Cuaresma nos interesa destacar: el realizado para la capilla del Colegio marista de León.

El tradicional resumen de la pasión, que es el viacrucis, lo diseña VZ agrupado en 14 tablas. En un golpe de vista tenemos ante nosotros la estampa (grabada al fuego) de las estaciones en su conjunto. Algo así como las viñetas esenciales de un cómic sagrado, o si lo prefieren, el story-board de la pasión. El pintor parece haberse retado a sí mismo. (Recordemos que su fama le vino dada de la realización de enormes composiciones de murales y frescos) . Aquí, por el contrario impera el minimalismo en forma y color, que no en expresividad. Cada estación está simplificada al máximo. Manos, pies, rostros?, con dibujo rotundo y minucioso, caracterizan y muestran el momento narrado con una calculada atención al detalle. Nadie queda impasible contemplando cerca el cuerpo quebrantado del Señor, representado en una mano dislocada en la caída o un pie desnudo y desangrado. Las lágrimas de María le queman el rostro. A nadie deja frío tanto primer plano del dolor.

Vela Zanetti, que tantas veces retrató la vida y pasión de la gente castellana, nos deja en este viacrucis, para la capilla de un centro educativo, lección resumida de su arte magistral a través de un camino: el del calvario.