Así es como hay que actuar, política y judicialmente, contra los sediciosos, contra los que emplearon dinero público para pagarse la independencia y otras cuestiones. Y de la misma manera, con decisión y valentía, hay que actuar ahora en Cataluña para garantizar que el castellano también sea lengua vehicular en esa comunidad para las familias que así lo soliciten y no sólo el catalán. Llevamos toda la santa democracia oyendo hablar del error de algunas transferencias, de algunas concesiones a comunidades como Cataluña y Euskadi. Llevamos toda la santa democracia escuchando a voces autorizadas hablar del enorme error cometido y de la necesidad de subsanarlo. Llevamos toda la santa democracia intentando buscar uno o varios resquicios para 'imponer' la cordura. Y ahora que hay posibilidad de hacerlo en Cataluña, y sabiendo todo lo que sabemos, resulta que los buenistas que ejercen la política tienen escrúpulos.

Las oportunidades no se presentan dos veces en la vida. Si ésta es la que viene señalada por el destino, aprovéchese, póngase en marcha con decisión y valentía esa posibilidad que vienen reclamando a lo largo de los años miles de familias en Cataluña. No se puede desatender a tantos. Tienen los mismos derechos que los otros. Sin embargo son los que tienen que sortear las miles de piedrecitas que el independentismo que gobierna las instituciones catalanas les pone en el camino para que tropiecen y caigan o simplemente desistan.

Los ciudadanos queremos políticos valientes, políticos que se empleen a fondo, sobre todo ante las injusticias. Y la que en Cataluña se perpetra a diario contra el castellano es brutal. No sé dónde ve el problema el PSOE que ha gobernado España y que se ha dado cuenta de los errores cometidos. Pero si los propios socialistas, por lo menos los anteriores a Pedro Sánchez, que se lo ha sabido montar la mar de bien, se han quejado en infinidad de ocasiones, la hemeroteca debe servir para algo, de ese error que ha pasado una factura muy dolorosa para miles de familias, para cientos de personas que, o entraban por el aro de la lengua o estaban fuera del sistema, del laboro e incluso de Cataluña. Ahora son las Baleares, gobernadas de aquella manera, las que están tomando nota e impidiendo, por una cuestión idiomática, que grandes profesionales, por ejemplo de la medicina, accedan a la sanidad pública de las islas por no saber hablar su lengua.

Esto es una locura que no puede conducir más que a enfrentamientos y al odio. Unos porque lo practican sistemáticamente, los otros porque ya no aguantan más. Hasta aquí llegan y de aquí no pasan. Lo que tiene que hacer el Gobierno del Partido Popular es gestionar convenientemente ese asunto. Nadie va a prohibir hablar en catalán, estudiar en catalán y darle al catalán la relevancia que quieran. Como tampoco nadie, por muy 'president' que sea, puede prohibir que se hable en castellano y que se estudie en castellano aun viviendo en Cataluña. Y si no, todos a Tabarnia, donde son más tolerantes, ingeniosos y divertidos. Los niños de la inmersión lingüística de ayer son los radicales independentistas de hoy.

Este es el momento. No hay que dudar, hay que aplicar y acatar las distintas sentencias del Tribunal Constitucional. Algo a lo que el nacionalismo se ha negado sistemáticamente.