El 27 de este mes de febrero se celebra el día Mundial de las ONG, declarado hace ocho años por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Una efeméride importante para los millones de organizaciones que trabajan para paliar las desigualdades mundiales de todo tipo: educacionales, sanitarias, económicas, etc., sobre todo entre el Norte y el Sur, es decir, entre los países más ricos y los menos favorecidos o empobrecidos.

La existencia de las ONG no es un fenómeno nuevo, pues se ha estimado que en 1914 había algo más de 1.800 ONG; pero empezaron a proliferar y a consolidarse a partir de 1950. Creo que son, a pesar de las críticas que han recibido, una gran cadena de solidaridad a escala mundial. Quizá por ello, ha causado estupor e indignación lo sucedido recientemente en algunas organizaciones tan prestigiosas y eficaces como Oxfam y Médicos sin Fronteras.

Me refiero al escándalo producido por el acoso sexual de algunos de sus miembros en Haití y en algunos países africanos. Es una pena, porque estas y otras muchas oenegés realizan una labor extraordinaria en los países del Tercer Mundo desde hace muchas décadas y cuentan con la colaboración de decenas de miles personas, algunas de las cuales desempeñan una labor de cooperación en países asolados por guerras y catástrofes naturales. Con su actuación han salvado la vida a millones de personas desvalidas y han contribuido a crear una conciencia de solidaridad en los países más ricos e industrializados.

Este trabajo útil, encomiable y arriesgado, ya que a algunos les ha costado la vida, no debería quedar empañado por el mal comportamiento de algunos colaboradores que no han sabido calibrar dos cosas: el abuso cometido con personas depauperadas y el daño que podían causar con ello a la propia organización. De todos modos, sería hipócrita estigmatizar a las oenegés en conjunto, incluidas Oxfam y Médicos Sin Fronteras. Esto no significa que no haya que condenar sin paliativos las conductas reprobables de algunos de sus miembros.

Uno de los pasajes más duros que se pueden leer en el Evangelio es sobre el escándalo. Se dice textualmente: "Es imposible que no haya escándalos, pero ¡hay de aquel por quien vinieran! Le iría mejor que le pusieran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Andad, pues con cuidado".

Es obvio que los acosadores no anduvieron con cuidado y se dejaron llevar por el instinto y no por la razón. Ya en 2017 Médicos Sin Fronteras, según ha informado esta ONG, sancionó a 24 trabajadores después de recibir denuncias de acoso o abuso sexual dentro del entorno laboral. Son casos deplorables, aunque poco significativos en una organización que cuenta con 40.000 trabajadores sobre el terreno. Aunque no es ningún consuelo, es un porcentaje bastante menor que lo que sucedió en el seno de la propia sociedad de los doce hombres que siguieron al Maestro.

Es incalculable el daño que producen los malos ejemplos de personas que, en principio, gozan de la estima de los demás, tanto los religiosos, como los educadores y los representantes de los ciudadanos. Olvidan demasiadas veces que sus comportamientos rebasan con mucho su propia esfera personal, porque la sociedad les ha conferido el honorable estatus de referencia moral y ética. Nadie de ellos puede escudarse en la excusa maquiavélica de "haced lo que digo, pero no lo que hago". No. A la gente se la juzga, para bien y para mal, no por lo que dice, sino por lo que hace y cómo lo hace. También a quienes trabajan en las ONG.