No se puede negar bajo ningún concepto a los familiares de los caídos del bando republicano durante aquel tiempo en el que perdimos todos los españoles, el derecho a reivindicar y homenajear a sus difuntos. Están en su derecho de recuperar los cuerpos, lo que queda de ellos, y darles sepultura. Hoy, gracias a la medicina forense se puede averiguar fácilmente si se trata o no de un familiar. Es verdad que durante muchos años, ya en democracia, a nadie pareció importarle esta cuestión, pero ya que se ha avivado la memoria histórica, avívese para todos.

Reivindicaré permanentemente la memoria de los pertenecientes al bando nacional, víctimas de la represión en la zona republicana durante la Guerra Civil Española. Empresarios, terratenientes, industriales y políticos de la derecha, a los que estamos en la obligación de añadir a sacerdotes y religiosos de todas las congregaciones, a quienes tradicionalmente aquella izquierda percibía como sus enemigos de clase.

Cuando se puso en marcha la recuperación de la Memoria Histórica, a todos nos ha dado la sensación de que se ha puesto en marcha única y exclusivamente para el bando republicano. Del otro lado se salvaron todos. Nadie sufrió represalias. A nadie le incautaron sus bienes, Iglesia incluida, todos fueron felices e incluso comieron perdices. Si la estadística no miente, el número de religiosos muertos, sin contabilizar los miles de seglares católicos que cayeron bajo las balas republicanas por el hecho de ser católicos, asciende a 6.800. Historiadores hay que elevan considerablemente esa cifra.

Es que, a lo mejor, alguien ha pensado que los republicanos de la época meaban santo cuando meaban lo mismo que los demás. Es que a lo mejor alguien ha pensado que las checas no existieron y que lo que se hacía en ellas es pura leyenda urbana cuando en realidad se cometieron atrocidades porque, hasta donde se sabe, servían al margen de las leyes para detener, interrogar, torturar, juzgar de forma sumarísima y ejecutar a todo sospechoso o con pinta de sospechoso de simpatizar con el bando rebelde.

Saco todo esto a colación, porque para nombrar los primeros santos ibicencos el Vaticano ha puesto en marcha una operación con el objetivo de encontrar la mayor cantidad de restos humanos de los 21 religiosos ejecutados entre agosto y septiembre del 36 por unas tropas republicanas que trataban de recuperar la isla que desde el primer momento cayó en manos del otro bando. El Tribunal Diocesano cuenta con 2.500 folios que documentan estos hechos, lo que ha permitido iniciar el proceso de canonización de estas víctimas del odio a la fe.

En los cuatro cadáveres recuperados se aprecian claramente los orificios de las balas asesinas. Lo bueno de esto es que mientras algunos políticos utilizan la Memoria Histórica con afán revanchista, la Iglesia no quiere abrir polémica alguna, ni discusiones absurdas. Y me parece correcto. Así debería ser para todos. Porque si de un lado algunos quieren hacer demasiado ruido, de otro es posible que el ruido tuviera mayor repercusión y más decibelios. Pocos hablan del "terror rojo". La historiografía no permite dudar de su existencia y de sus atropellos. Memoria Histórica, sí, para todos.