S1i uno ve "The Post" ("Los papeles del Pentágono", 2017), de Spielberg, no puede evitar que el recuerdo y la cabeza se le vayan a "All the president´s men" ("Todos los hombres del presidente", 1976), de Pakula, y viceversa. Las dos son películas sobre periodistas y periodismo. Las dos, cruciales para entender qué significa eso tan difícil de ejercer: la libertad de expresión, la libertad de prensa. Ambas cuentan historias ocurridas en el mismo periódico. La primera desmenuza un instante, el que va de la constatación de la información a apretar el botón de la rotativa. La segunda, horas, días y años de trabajo hasta la dimisión del presidente Nixon. Las dos, imprescindibles, bellas, y con un personaje común, el director del "Washington Post", Ben Bradlee, interpretado por Jason Robards, que lo borda para la eternidad en 1976; y un quizás sobreactuado Tom Hanks en 2017, al que seguro veremos en los Oscar todavía con el supuesto ceño fruncido permanente de Bradlee: le va a costar quitárselo.

Pero hay otro periodismo más allá de la épica del cine, el del más acá, el del día a día de, por ejemplo, nuestra todavía bisoña democracia. El que construyeron jóvenes convencidos de lo que hacían, junto a políticos también recién salidos del cascarón, en la segunda mitad de los setenta, todos los ochenta y los noventa. Así hasta bien entrado el siglo XXI, junto a pero sin complicidades inconfesables, más bien con muchos encontronazos no muy conocidos y que dejaron aristas, pero también amistades fuertes construidas en la relación y en ese toma y daca que siempre es el trasiego y tratamiento de la información. Y en medio de todo eso, el honor, el orgullo de la profesión, la honestidad, por supuesto, la independencia y el rigor.

Cuando un ser querido se muere, siempre me acuerdo del título de una novela de Paco Candel, "Han matado un hombre, han roto un paisaje". Se publicó en 1959, el año que nació Gonzalo López Alba en Ponferrada. El 5 de febrero de 2018 se nos fue, pero nos dejó el ejemplo, el honor del periodista, el del trabajo diario y constante que seguía haciendo. Su amigo y penúltimo director, Alberto Pozas, lo cuenta muy bien en la web de "Interviú", en una crónica que es relato emocionado de toda una vida, la de Gonzalo, la de muchos de su generación. No se la pierdan, por favor (http://www.interviu.es/opinion/carta-del-director/chaval-junto-a-mi-corazon).