Si el pasado 2017 acabó con la detención afortunada del asesino de Diana Quer, la joven cuya desaparición hace año y medio causó una evidente conmoción pública, 2018 se ha iniciado con una crónica de sucesos muy amplia y preocupante por cuanto se relacionan con el funcionamiento del sistema y de las instituciones públicas y deja patente una vez más que son demasiados los asuntos que no van como debieran ir, aun admitiendo unas cota de inevitabilidad en cuanto pasa en la vida.

Lo de la sanidad pública, su saturación, su falta de medios y sus retrasos consiguientes, es algo harto sabido y denunciado en todas y cada una de las comunidades de España. Aquí se conoce bien lo que ocurre en Zamora, y en toda Castilla y León, pero es que lo mismo, y aun peor, sucede en todos los lugares, y cuanto mayor es el núcleo de población mayores son los problemas originados, que tienen indignados tanto a los pacientes como a los profesionales sanitarios. Todo va a peor desde que Aznar tuvo la mala ocurrencia, o se vio obligado a ello, de transferir las competencias de la salud publica a las autonomías. Pocas desgracias pasan, en comparación con las que podían pasar, debido al gran esfuerzo y dedicación del personal que prestan sus servicios. Las Urgencias de los hospitales suelen convertirse en el escaparate público de la situación. Salas llenas, horas de espera, nervios en todos. En Sevilla se han producido en los primeros días del año dos casos lamentables: un hombre falleció tras aguardar cinco horas en una sala de espera sin ser atendido. Y en la misma Sevilla, en uno de sus hospitales de la capital, una mujer que dormía o dormitaba al parecer en estado semiinsconciente en una sala de espera de urgencias, a altas horas de la madrugada, fue violada por un individuo, un indigente de los que en aquella ciudad, según se cuenta, tienen la costumbre tolerada de ir pasar la noche las personas sin techo, un gesto humanitario que ahora se discute, lógicamente, al entender que esa es una labor de la que deben ocuparse otros servicios sociales. Pero suceder, sucedió, delante de algunas otras personas que compartían el lugar y que parece que o no se enteraron o no se molestaron en dar la voz de alarma. El violador fue detenido cuando la mujer agredida despertó. No es que sea un suceso achacable para nada al sistema de la sanidad pública. Pero es un punto más a recordar para una reforma a fondo del sistema al que hay que dotar, como sea, con mas medios humanos y materiales, sin que tenga porque descartarse a priori, como se está haciendo, la colaboración con la sanidad privada que podría ser una eficaz y necesaria solución.

No ha sido en un hospital sino en una cárcel de Asturias donde ocurrió hace bien poco que un preso al que se dio por muerto despertó cuando ya se le iba a practicar la autopsia. No es la primera vez que el estado cataléptico puede originar situaciones semejantes. El hombre estaba en la cárcel por haber robado 3, 60 euros que es en lo que se valoró la chatarra hurtada. (Y Urdangarin en la calle). Se tomó un frascoo de pastillas del tratamiento médico que seguía. Si no llega a ser por sus ronquidos, no es difícil imaginar donde estaría ya. Curioso e impactante por cuanto significa en muchos de sus aspectos.