El bodeguero Manuel Fariña es magnífico como persona, como zamorano por los cuatro costados, como empresario, como amigo. A Manuel Fariña le adornan muchas bondades. Es un empresario avispado, un hombre de su tiempo y de todos los tiempos porque tiene algo también de los grandes del Renacimiento. El señor Fariña lleva a su tierra cosida con pespunte fino en el corazón. Se ha convertido, a través de sus prestigiosos vinos, en uno de los grandes embajadores de esta tierra, en la que pocos de sus hijos logran ser profetas.

Por eso me alegra enormemente el reconocimiento que recientemente le ha otorgado el Grupo Vivir el Vino. Manolo lo vive con intensidad y lo bebe con moderación. Con este premio el Grupo de marras reconoce cada año la aportación de destacados profesionales al sector del vino, galardón que en esta edición ha recaído en Manolo Fariña. Un hombre que concita en torno suyo la admiración y el cariño no sólo del sector del vino que tanto le debe, también de los zamoranos que valoran enormemente su trabajo y el sabor único de esos sus vinos de fama internacional.

Tengo para mí que en el palmarés del señor Fariña sólo faltaba este último galardón. Los tiene todos. Sin duda el que más valora el querido bodeguero es el de la amistad, la admiración y el cariño de tantos, dentro y fuera de Zamora. Ese es un galardón que se ha ganado a pulso gracias a su bonhomía. Manuel Fariña, colabora desde hace muchos, muchos años, yo diría que desde el principio, con el Club de La Opinión y lo hace con generosidad, con esplendidez. Es de recibo que reconozca aquí y ahora lo bien recibido que es su presente entre las personas, periodistas, toreros, deportistas, escritores, científicos, ganaderos, militares, que jalonan con su presencia las actividades del Foro del periódico de Zamora.

Porque, resulta, que todos conocen el nombre de su afamada bodega. Porque resulta que todos han oído hablar de Fariña. Porque resulta que su buen nombre, su fama se ha extendido más allá de Zamora y de Castilla y León. Todos reconocen la sabiduría y el trabajo bien hecho de este artesano del vino, de este magnífico, de este visionario que en su día vio y tuvo fe en las posibilidades de un vino también magnífico, el vino de Toro, convirtiéndose en ejemplo y modelo a seguir para tantos y tantos extraordinarios bodegueros como han ampliado enormemente la nómina de la DO Toro.

Bienvenidos sean los premios que reconocen el prestigio ganado a pulso, la trayectoria impoluta de empresarios como Manuel Fariña quien, desde sus comienzos, apostó por Toro, apostó por Zamora, regalándole todo su saber, toda su entrega, afianzando sus señas de identidad que no son otras que la calidad, la investigación, la tradición y la modernidad que han contribuido a que sus afamados vinos se encuentren en las mejores cartas del mundo mundial.