En un programa de radio, y para resaltar la importancia que tiene lo de ser puntual, uno, o mejor dicho una de las tertulianas, soltó una especie de aforismo que venía a decir "Se empieza matando a la gente y se termina llegando tarde a las citas". El caso, es que deje ahí el programa, cuando apenas empezaba el debate, aunque me quedé con la cosa de que lo de ser puntual es importante, de manera que no debería ser virtud, sino una mera rutina, una forma de comportarse dejándose llevar por la inercia, y no una mera excepción, ya que el tiempo del que espera tiene tanto valor como el del que hace esperar.

Si llegar tarde a una cita es una falta de consideración, no llegar nunca no solo es una incorreción sino un enorme desprecio difícil de ser olvidado, una insolencia propia de los que detentan el poder. Por eso, cuando se promete que va a venir a Zamora la multinacional Softtek, en un momento determinado, como juró y perjuró Zapatero, en su momento - y que aún la estamos esperando - es una falta de respeto, o algo más, porque nadie se ha molestado en explicar por qué no ha venido. Y es que se trataba de una cita importante, puesto que iba a traer cientos de puestos de trabajo, de alta cualificación, que iban a transformar la economía de la ciudad.

La falta de puntualidad también se dejó sentir en la construcción del Puente de los Poetas, pues el alcalde Vázquez avisó de su llegada en una fecha determinada, pero tras lanzar un hábil señuelo, cual fue el de plantear si debía hacerse aguas arriba o aguas abajo, en el que cayó de lleno la oposición de entonces, se retrasó unos cuantos años. Tampoco fue puntual a la cita el Museo de Baltasar Lobo, bueno, ni puntual, ni retrasado, ni nada que se le parezca, porque, por el momento, no se le espera. El caso fue que la Diputación y el Ayuntamiento se enzarzaron en un estéril debate, para decidir quien tenía que ceder el edificio o solar que debía cogerlo. Y en esas de que si tú, que si yo, tras años de paciente espera, cuando, por fin, parecía que había llegado el momento, resultó que aquello se convirtió en un bote de humo, con la disculpa de que el Castillo necesitaba antes una puesta a punto arqueológica. De manera que se gastaron los dineros europeos, y las obras de Lobo pasaron a mejor vida, cayendo en el desamparo. Así que, a fecha de hoy, las obras del eminente escultor viven en un local alquilado, y en un sórdido almacén, por falta de recursos.

De manera que la falta de rigor en lo que se refiere a la puntualidad es un grave defecto que padecemos los españoles, y si no compruébenlo ustedes mismos. Mismamente, cuando asisten a la junta de vecinos para debatir los problemas de la comunidad. Observarán que nadie llega a la hora que reza la primera convocatoria, y que estando próxima la segunda, aún falta mucha gente por llegar. Pero si alguien pide que se empiece la reunión, siempre surge alguno que propone esperar un poco para ver si llega alguien más, acogiéndose a esa sandez, vestida de fórmula de cortesía, que viene a decir que hay que dar cinco o diez minutos de margen a los rezagados. Y para colmo, cuando estos llegan, si es que llegan, no se privan de exigir que se les informe de lo que se ha tratado en su ausencia.

Los impuntuales disfrutan de pavonearse como una starlette frente al flasheo de las cámaras, mientras hacen su entrada triunfal por la alfombra roja, porque el caso es dejar rastro solemne de su impuntualidad, al objeto de dejar constancia quien es el gallo, o la gallina, más importante de su corral.

Claro que hay quien practica otra variante de la impuntualidad, como los que, por hache o por be, dicen que unos terceros no van a acudir a determinada cita, y luego resulta que aparecen a cientos, a miles, o incluso a millones, como es el caso de Rajoy cuando aseguró que en Cataluña no iba a haber votantes, ni urnas, ni referéndum, y resultó que los colegios electorales surgieron como setas, como también las urnas, las papeletas, y demás parafernalias. Así que no se sabe que es peor, lo de llegar tarde, lo de no llegar nunca, o lo de llegar cuando nadie te espera, como les pasa a esos que te llaman a casa, de sopetón, ofreciéndote una tarifa de "móvil" que es un chollo, o cambiar el contrato de la electricidad por otro con el que vas a ahorrar un potosí, sin respetar que puedas encontrarte en el trono leyendo tranquilamente el periódico.

Una cosa sí que es cierta, que debe acudirse a los sitios con cita, en día y hora señalados, y que hay que tomarse en serio la puntualidad, sin buscar disculpas para justificar retrasos, ni retorcer argumentos, como he hecho yo en este escrito, con determinadas metáforas, para que encajaran mejor en el contexto de lo que pretendía decir.