de París nos llegaban antaño la cigüeña con niños, el can-can, las ideas liberales y Emmanuelle, que era alivio de la castidad a la que obligatoriamente sometía el Caudillo a sus súbditos. Ahora podría venirnos la mili, aunque no parece probable.Otro Emmanuel, de apellido Macron, ha decidido poner a marcar el paso a los ciudadanos del país en el que ejerce de jefe de Estado. Se trataría de un servicio de armas de apenas un mes de duración; pero aun así, la idea le está alegrando las campanillas a bastante gente partidaria de que se haga lo mismo en España. Sostienen los defensores de esta prestación al Estado que el servicio militar inculca el valor de la autoridad, facilita la convivencia con otros compatriotas y convierte a los púberes en hombres con toda la barba. Si acaso, podría objetarse que también las mujeres deberán ponerse el uniforme para evitar enojosas discriminaciones. Y, ciertamente, cuesta imaginar que las chicas puedan (o deban) adquirir así hombría.Quiere el presidente de la República Francesa que los chavales reciban formación militar y se imbuyan del valor de la disciplina, además de hacer gimnasia y practicar deporte. Demasiado parece todo eso para solo un mes de mili; pero sin duda Macron habrá hecho sus cálculos. A favor de su empeño juega el hecho de que países tan pacíficos y escasamente militaristas como Suiza mantengan un sistema de reclutamiento obligatorio para sus ciudadanos varones, que es voluntario en el caso de las damas. Consultados sobre el asunto hace cinco años en uno de sus muchos referéndums, los suizos rechazaron por abrumadora mayoría la abolición de la mili. Y eso que llevan 200 años, o por ahí, sin participar en guerra alguna.

Francia prescindió del servicio militar hace cosa de veinte años; más o menos por la época en la que lo hizo también España. Curiosamente fue un conservador de marca como José María Aznar el que tomó esa medida, bien es verdad que por exigencia de Jordi Pujol, al que entonces necesitaba para asentar su mayoría en el Congreso. Además de transferirle el cobro de una mayor tasa de impuestos, Aznar le facilitó a Pujol la creación de una policía propia y, sobre todo, aceptó la supresión de la mili en los Pactos del Majestic. La medida, acordada en 1996, se llevaría a efecto cinco años más tarde.

Terminaron así las "Historias de la Puta Mili" que tanto juego habían dado durante los dos siglos de vigencia del reclutamiento obligatorio; y ello a pesar de la oposición del socialista Felipe González, partidario de que los jóvenes siguieran cargando el fusil al hombro bajo el argumento de que el Ejército era un factor "vertebrador" de España.

Con Macron vuelve ahora el debate de la ya olvidada mili. No son pocos los partidarios de recuperar también aquí ese impuesto en especie que, al parecer, tanto curtía a los mozos de cuota. Felizmente, los jóvenes ya se quitan el pelo de la dehesa con el Erasmus -también llamado Orgasmus- que da muchas más oportunidades de viajar que la mili y, por añadidura, facilita el aprendizaje de idiomas. Habrá que ver qué Gobierno se atreve a ponerles de nuevo el macuto a la espalda. Aunque la moda venga de Francia.