A vueltas con la primera lectura del libro del Deuteronomio que se proclama este domingo recuerdo esta frase tantas veces repetida de Pablo VI: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos" (Evangelii nuntiandi 41). El profeta, el testigo de Dios, el que habla en su nombre, es "uno como tú, uno entre tus hermanos", uno que no dice lo que la gente quiere escuchar para tranquilizar su conciencia, sino buenas noticias de parte de Dios. Noticias que tocan la vida, noticias que mueven el corazón, noticias que las personas escuchan, noticias que transforman. Esos son los que hablan con autoridad.

Qué suerte hemos tenido al encontrarnos con personas así en la vida. Quizá nuestros padres, una educadora, un amigo, nuestra hermana mayor? Sus palabras han dejado huella importante en nuestra vida. En muchos momentos han sido una referencia importante para nosotros.

En el Evangelio de hoy, Marcos nos presenta a Jesús en la sinagoga y a los discípulos asombrados de su doctrina porque enseñaba con autoridad. No como otros profesionales de la enseñanza, no como los escribas, expertos en la Ley pero "superiores", bien formados en las Escrituras pero alejados de la gente. Ellos no son "uno entre sus hermanos", sino que miran por encima del hombro? saben tanto que su enseñanza no transforma, no libera de malos espíritus.

Jesús comienza a "enseñar" en la sinagoga, lugar donde se proclama oficialmente la Ley, tal como los maestros autorizados la interpretan. Esa enseñanza no cambia la vida? reproduce esquemas sociales, mantiene las tradiciones. La autoridad de Jesús es la que hace revivir lo que está muerto y libera de todo lo que ata a la persona. Por eso produce admiración y asombro. Es una buena noticia que trae vida de parte de su Padre Dios, con la fuerza del Espíritu. Sobre todo para los que están más necesitados. Jesús enseña con una autoridad que humaniza y libera de esclavitudes.

Ojalá en nuestro entorno tengamos una palabra que sane, que alivie, que ponga en pie, que acoja. Ojalá nuestra educación, nuestras escuelas, nuestras parroquias, nuestras comunidades? sean "sinagogas" de esta enseñanza que tiene autoridad sobre todo lo que oprime, encadena, y amenaza a las personas.