Vengo observando los últimos meses la deriva de la nave de Podemos. Esta organización política que nació con el ánimo de ser diferente a los corruptos partidos tradicionales, PP, PSOE o Convergencia, se desvía de modo desconcertante del rumbo anunciado. Su irrupción en el panorama político español supuso tal sopapo al sistema que hizo temblar los cimientos del bipartidismo. Obtuvo 69 diputados para el Congreso en sus primeras elecciones generales, una cifra inaudita para un partido con menos de dos años. Lo acontecido desde entonces ha sido de auténtica locura. Podemos se convierte para los medios informativos en asunto prioritario; han llegado en su persecución hasta el ridículo más grosero, con falsos titulares sobre Venezuela y la permanente identificación del gobierno del fantoche Maduro con los dirigentes del nuevo partido. Se esperaba una contundente campaña de acoso al servicio de empresarios, bancos y del gobierno neoliberal de M. Rajoy. Lo que muchos simpatizantes y votantes de la nueva fuerza política no imaginaban era que la II Asamblea Ciudadana de febrero de 2017 - Vistalegre 2 - ocasionara cambios tan radicales como para llevar a Podemos a una posición cada vez más irrelevante en el horizonte electoral español. Sus resultados en Cataluña han sido nefastos y sus expectativas de voto en el resto del Estado bajan con cada sondeo.

Pablo Iglesias admitía el mal resultado catalán y otros avatares, como la peor relación con el PSOE y la problemática coalición con IU, que apremia a revisarla. Pero no he encontrado en ninguno de los portavoces oficiales una verdadera autocrítica. Decía el líder que se habían equivocado por haber llevado a los medios la comunicación "el legítimo debate interno". Vaya, no lo entiendo, recuerdo el ánimo de los primeros tiempos y las promesas de transparencia. Se pedía que se debatiera con liberad, valentía e independencia. Parece que esto ya no está tan claro. El espectro de votantes originales de Podemos rechaza algunas de las posiciones maximalistas exhibidas el último año. Los discursos montados sobre etiquetas prefabricadas que descalifican a un colectivo o a toda una generación, incomodan a muchos de los que simpatizaron con aquel espíritu de transversalidad del que presumía el partido en sus principios.

Me han disgustado los denuestos al "régimen del 78", me considero parte de aquel movimiento ciudadano que luchó para que España saliera de la dictadura lo antes posible y con el menor sufrimiento que aquel contexto permitiera. Ya sé que hoy todos encontramos en la transición lagunas, pactos y cesiones que actualmente no consentiríamos, ya. Procede apuntar a los gobiernos posteriores de socialistas y populares, como responsables de no profundizar más y mejor en el sistema democrático, en sus controles y fiscalizaciones. Ya basta de acusar al "régimen del 78" de todos los males, como tampoco tiene toda la culpa de la situación actual "el bloque monárquico", pues una crítica tan difusa deja de ser efectiva políticamente. Otro error parecido al de considerar "presos políticos" a los cargos catalanes que permanecen en prisión por decisión judicial, lo mismo que la muleta que han prestado a los descerebrados independentistas con la monserga del "derecho a decidir". ¿Acaso los ideólogos del aparato calculan ganar adeptos con estas sandeces? Llevan casi un año a caballo de una estrategia suicida. Supongo que para contentar a la cuota de los anticapitalistas o satisfacer cuentas pendientes de añejos comunistas, no sé, pero este derrotero convertirá a Podemos en irrelevante, a la manera en que lo fue la Izquierda Unida de Julio Anguita, mentor al parecer de la orientación actual del partido, vía Manuel Monereo.

¿Dónde está la solvencia y alegría de Errejón, dónde la reflexión equilibrada de Carolina Bescansa? ¿Y el análisis afilado de Alba Rico o la fundada opinión del filósofo Luis Alegre? Da pena encontrar el gesto agrio y descarado de Monedero o la letanía ortopédica de Irene Montero como doctrina oficial del partido, aunque también pueden consultar el Telegram, pero entonces absténganse de pensar por sí mismos.

Nietzsche, el sabio alemán del XIX, escribió Así habló Zaratustra para describir con una prosa poética hermosísima la transformación del espíritu del hombre. Dice que "el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre - una cuerda sobre un abismo". En ese tránsito pasará por tres etapas: el espíritu se convierte en camello, que recorre el desierto con su carga, sumiso y obediente, después surgirá el león para romper con la bestia de carga, para crearse libertad y decir no al santo deber, por último, será preciso que aparezca el niño, para que haga lo que el león no pudo, para un nuevo crear, un nuevo comienzo. Es posible que la metáfora del filósofo vitalista nos ayude a vislumbrar el esperanzador futuro de Podemos.