El lunes 8 de enero me gané una buena reprimenda del ectoplasma de Buenaventura Durruti. "Dile a tu amigo José Luis que ya está bien de venir aquí". Aquí era el hotel Palace de Madrid, y mi amigo es el periodista José Luis Rodríguez, flamante presidente del Foro de la Nueva Economía que este año cumple dieciocho organizando desayunos y almuerzos informativos los cuales han marcado la actualidad política y social, y lo siguen haciendo.

El mencionado lunes se celebró el primero de los desayunos de 2018, con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, como invitado. "Pedro estaría mejor en el Ritz, deberías decírselo; este no deja de ser un hotel muy conspiranoide y conspiranoico, el mío es otra cosa, más revolucionario". Lo dice porque lleva habitando en él, como ectoplasma, desde el 20 de noviembre de 1936, y allí nos vemos muchas veces, en los desayunos de José Luis y en otras ocasiones -la última, en la entrega del premio de periodismo Cerecedo, que organiza la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y entrega el Rey.

"Cada vez que tengo que cruzar el paseo del Prado me arriesgo a que me partan en cachitos, porque los coches no me ven, y después tardo mucho en recomponerme". "Cállate, tómate el cortadito y escucha", le dije. Porque merecía la pena escuchar a Pedro Sánchez, después de meses de silencio. Dedicó una mínima parte de sus casi 45 minutos de intervención a darle estopa al PP, a Cs y a Podemos. El resto, a exponer un programa de actuación para el debate, progresista, de izquierdas -y nada demagógico, como algunos han escrito- con cronograma de acciones y metodología. Podrá gustar o no, pero es la propuesta política más seria y coherente que he escuchado en este país en los últimos dos años. Solo hubo una gran ausencia, para mí muy grave: la cultura no fue objeto de ninguna propuesta; es más, ni tan siquiera fue mencionado el término. Sánchez sabrá lo que se juega con tal omisión, si es que se dio cuenta.

"Tienes que convencer a este chico para que se ponga traje y corbata cuando venga a estos sitios", me soltó Durruti, "el mono revolucionario y el sincorbatismo son para otras fiestas". Tenía razón. Sánchez también acusa ese papanatismo de intentar hacerse con la gente aparentando ser estéticamente como ellos, y eso no cuela. También faltó entusiasmo, pero eso hoy no cabe.