Qué se hizo el Rey Don Juan? / los infantes de Aragón/ ¿Qué se hizieron? / ¿Qué fue de tanto galán/ qué de tanta invención? / como traxieron".

Como aquellos versos de pie quebrado, que escribiera Jorge Manrique, fueron las promesas del acuerdo firmado por Herrera y Guarido el 24 de julio del año pasado. Fueron como aquellos versos, aunque solo en el fondo, que no en la forma. En aquella fecha juraron y perjuraron que iban a hacer dos edificios en el "agujero" de Los Salesianos: un Centro Cívico y un Conservatorio de Música, dándose un plazo de 1095 días para terminarlos. Pero se da la circunstancia que ya han transcurrido más de 170 días y nada se sabe de ello. Se ha consumido ya más del 15% del plazo previsto para la inauguración, y nadie ha dicho una sola palabra sobre cómo va la cosa, si es que va.

¿Sería mucho pedir a las instituciones públicas que informaran a los ciudadanos sobre la marcha de los proyectos? ¿O sería mejor seguir leyendo los versos de Jorge Manrique?, justo donde los dejamos, en el momento en que venía aquello de "Las justas y los torneos/ paramentos, bordaduras/ y cimeras/ ¿fueron sino devaneos? / ¿Qué fueron sino verduras/ de las eras?"

Ya dije, en un artículo publicado el pasado 11 de agosto, que este dato, el del plazo, "debe irse recordando, en la medida que los días vayan transcurriendo, al objeto de comprobar si la citada promesa ofrece visos de ser cumplida". Y eso es lo que estoy haciendo, preguntando cómo va lo del "agujero", pues una información a tiempo puede evitar que se puedan poner en duda ambos proyectos, y además contribuiría a desechar esa creencia de que los políticos, con tal de arañar unos cuantos votos, son capaces de prometer cualquier cosa.

¿Es tan difícil practicar el deporte de informar? ¿Tan complicado es hacer notar que lo de la transparencia puede llegar a ser un hecho cierto? Porque no se le puede pedir a Zara o a El Corte Ingles que informe de tal cual cosa, ya que, a fin de cuentas, juegan con su dinero, pero es que, tanto el Ayuntamiento como la Comunidad lo hacen con el dinero de todos, y todos tenemos derecho a saber cómo se administra.

Es un derecho, y quizás debería ser una obligación, seguir la pista de cómo se emplea el dinero público, y también cuándo y en qué, sin necesidad de tener que acalandrarse. Es que no es, ni más ni menos, lo mismo que hacemos cuando "estamos de médicos", que, al encontrarnos preocupados, no nos conformamos con esperar a terminar el tratamiento, sino que procuramos que se nos haga un seguimiento a lo largo del proceso, para estar seguros que todo discurre según lo previsto, que no se deja la cosa al albur del ya veremos.

De manera que lo de informar sería una gimnasia que ayudaría a todos a estar más en forma. Pero claro, a informar desde la claridad, tratando de no dar una información sesgada, y tampoco de vender humo, como ha sucedido en el caso del artículo del subdelegado del Gobierno, publicado en este periódico el pasado día 7, en el que se daba a entender que en Zamora las cosas iban estupendamente. Tan desafortunada fue su exposición que "Zamora 10" salió al paso diciendo que, de ser así, los zamoranos estarían engañándose a sí mismos. Y tiene razón "Zamora 10", pues esta provincia se encuentra tan al límite, que parece más próxima al caos que a cualquier otro tipo de situación. De manera que, si alguien no lo ve, es porque no tiene mucho interés en verlo, o por hacer méritos para ganar unos cuantos votos, sin caer en la cuenta que la práctica del ilusionismo no deja de ser un truco que, si se detecta, no ayuda a crear seguidores, sino detractores. Defender lo indefendible, por parte del subdelegado, se entiende aún menos, dada la circunstancia que es natural de Zamora (Villalazán, 1955) lo que le facilita, sin duda, el conocimiento de las circunstancias que concurren en la sociedad zamorana desde hace mucho tiempo. Por tanto, debería saber que, en esta tierra, rara es la familia que no tiene, al menos, a uno de sus miembros en el paro y a otro emigrado en otras regiones o países, por falta de expectativas.

Pues eso, que ya va siendo hora de dejar de nadar en lava y de pisar clavos - como dice Dylan - y de que nos cuenten las cosas sin necesidad de subtítulos, porque estamos deseando que nos las cuenten como son, o como suceden, para llegar a creerles, y porque nuestra vida cotidiana necesita disponer de grandes dosis de concordia.