Los casos de violencia de género son el pan nuestro de cada día. Desafortunadamente, de vez en cuando surge alguno especialmente monstruoso que los medios de comunicación publicitan con mayor profusión y, consecuentemente, la opinión pública se indigna más de lo habitual, que no es poco. Todos los casos son ruines, pero algunos quedan grabados en la memoria de por vida, de manera que sirven de semilla para los movimientos anti violencia de género, haciendo que sean cada vez más numerosos, y también más sólidos, pues está comprobado que lo del minuto de silencio y la pancarta, no ayuda demasiado.

El pasado 28 de diciembre se puso de acuerdo el Parlamento para poner en marcha el denominado "Pacto contra la violencia de género", cuyos resultados se verán en el futuro. Un plan que va a contar con un presupuesto de mil millones de euros que se espera sepan aprovechar, invirtiéndolos en acciones concretas y no en comisiones y estudios, que ya se sabe como terminan. Cierto es que se trata de una misión muy difícil, quizás imposible, pues el tipo de la barbarie que practican tan crueles individuos afloran por todas partes, dejando rastro de su brutalidad y cobardía.

Baste destacar que en Europa no existe un solo país que no padezca tal lacra, dándose la paradoja que son los países más desarrollados, como los nórdicos, además de Francia y Reino Unido quienes más la están sufriendo. Según un informe del diario "Público", Dinamarca tiene una ratio de 52, seguida de Finlandia y Suecia con 47 y 46 respectivamente, Reino Unido y Francia con 44, y España, a gran distancia, tiene 22. Dice el diario "ABC" que, en un solo año, el 2015, hubo 331 mujeres asesinadas en Alemania y más de 100.000 fueron agredidas. Según la "Tribuna feminista" se llevan contabilizadas en España 918 mujeres asesinadas, por sus parejas o exparejas, en los últimos 15 años, es decir, una media de 61 mujeres por año. Por último, un estudio de "Espejo Público" (A3) dice que, entre los 25 países con mayor número de muertes por violencia de género, en el conjunto del mundo, no figura ninguno europeo.

Si nos centramos en los delitos de maltrato a la mujer, con resultado de muerte, que se están dando en España, puede verse, en las estadísticas publicadas por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que el tanto por ciento de víctimas, en 2017, de nacionalidad extranjera fue del 35,4%, habiendo sido del 33,3 % en lo que afecta a los agresores extranjeros. A fecha 1 de enero de 2017 el número de ciudadanos en España era de 46,52 millones, de los que 4,42 millones eran extranjeros, o lo que es lo mismo el 9,5% de la población. Quiere esto decir que, tomando el número total de mujeres asesinadas, que ha sido de 48, la ratio por cada 100.000 habitantes ha resultado ser de 0,07 en el caso de las mujeres españolas, y de 0,38 en mujeres de nacionalidad extranjera, aproximadamente cinco veces superior esta última. Igualmente, la ratio de agresores españoles ha sido de 0,08 y de 0,39 en los extranjeros, también, aproximadamente, cinco veces superior.

Otros datos publicados por el Ministerio de S, e I, vienen a indicar que el mayor número de mujeres asesinadas, concretamente el 77%, se encuentra en el tramo comprendido entre los 20 y los 50 años, y entre los agresores, el 64% está comprendido en el tramo que va de los 30 a los 50 años.

Por regiones, son Castilla la Mancha, Cataluña, C. Valenciana, Madrid y Andalucía las que concentran el 73 % de las víctimas que se producen en España, teniendo Castilla la Mancha la peor ratio por número de habitantes.

El 62,5 % de los asesinatos han sido cometidos por la pareja con la que convivía en ese momento la víctima, y el 37,5 % restante fue perpetrado por sus exparejas.

Nada dice del estrato social al que pertenecen tanto víctimas como verdugos. Son datos oficiales publicados por el gobierno de la nación, que nunca llegan a comentarse, y de los que cada uno puede extraer sus propias conclusiones.

En medio de esta vorágine de violencia machista, de vez en cuando puede leerse en los periódicos que han sido devueltos a sus países un buen número de inmigrantes, tras haber sido detenidos en nuestras costas, o cerca de la frontera con África, cuyo delito no ha sido otro que intentar huir de la miseria; pero nunca ha podido leerse que haya sido expulsado algún indeseable perteneciente a la lacra de los maltratadores: en el caso de los españoles porque el artículo 11.1 de la Constitución, entre otros, lo impediría, y en el caso de los extranjeros vaya usted a saber por qué. Una muestra más de que la civilización actual es cada vez más incompatible con los buenos sentimientos. De manera que, nos guste o no, seguiremos condenados a compartir nacionalidad o compañía, o ambas cosas, con esos indignos personajes, que parece que no están aquí, pero que sabemos que sí lo están.