Hemos disfrutado hace muy poco de la noche más dada a la alegría del año; no se puede decir "este año", porque la Nochevieja ha comenzado el año 2017 y, sin interrupción, ha continuado en 2018. Es, también por eso, una noche especial. Otra de sus características, de alcance casi universal es la alegría desbordante que trae consigo esta noche de fin de año.

La alegría de esta noche, como todas las alegrías, igual que el resto de los sentimientos que afectan a los humanos , puede manifestarse en los domicilios y en la vía pública. Debe tenerse en cuenta, además del lugar, la hora en la que la persona alegre deja expandirse su íntimo sentimiento., sobre todo en la vía pública y en los domicilios, si -como ocurre hoy día en las ciudades- el ruido del sentimiento puede molestar a los vecinos. Existen normas de la más elemental urbanidad que obligan a tener en cuenta esa circunstancia. Bien está que las personas manifiesten su alegría (o su tristeza) para hacer partícipes a los demás ciudadanos de ese sentimiento que las embarga; pero el tiempo de manifestación debe corresponder a una razonable participación. Estar riendo o llorando todo el día o toda la noche puede ser razonable en los protagonistas del sentimiento; pero el resto de las personas tienen derecho al empleo de su tiempo en atender a sus ocupaciones o a atender las necesidades de sus familiares adheridos a la vida íntima del interesado. Por otra parte, para las alegrías multitudinarias existen locales destinadas a la diversión colectiva, que, si se atienen a las disposiciones vigentes en toda sociedad razonablemente organizada, han debido guardar ciertas precauciones ya desde el primer momento de su organización.

En cuanto a lo que atañe a la vía pública, ya las autoridades tienen sus medios para limitar la expresión de los sentimientos de manera pública ejercidos. Por desgracia, las autoridades no siempre son escrupulosas en la vigilancia de las actividades públicas de los ciudadanos; y eso se advierte con excesiva frecuencia en las ciudades muy concurridas por su población; en las ciudades pequeñas la vigilancia es cómoda y fácil es también una aceptable convivencia de todos sus ciudadanos. En las monstruosas ciudades que se dan hoy casi en la totalidad de los países, los lugares próximos a la sede de la autoridad cumplen, casi a la perfección, las normas de convivencia; pero las partes de la ciudad alejadas de esa sede diaria de la autoridad campan por sus respetos y la convivencia es bastante imperfecta.

Se dan con cierta frecuencia acontecimientos que piden cierta publicidad de la alegría, como son por ejemplo las bodas que llevan consigo despedidas de solteros o solteras. En esos casos los ciudadanos que han de soportar ese ruido extraordinario por muy poco tiempo, reciben gozosos el acontecimiento y se unen festivamente a la alegría de los "invitados". Y eso es lo que ocurre en esas vías públicas la célebre Noche Vieja: se recibe gozosa la manifestación de alegría, incluso cuando tal manifestación incluye la explosión de petardos o cualquier otro ruido razonablemente utilizado. Pero esos ruidos fuertes requieren un tiempo de duración que no exceda lo que una convivencia aceptable permite. La Nochebuena pasada, un ciudadano irresponsable, en una calle perteneciente al "Centro" de Madrid, si bien está en el límite de ese "Centro", estuvo recreándose haciendo explotar petardos, por lo menos hasta muy cerca de las tres de la madrugada . No se le ocurrió pensar (es de suponer) que hay personas mayores y enfermos que, incluso esa noche tan propicia a la ruidosa alegría, necesitan dormir a partir de una hora prudencial.

Tengo entendido que existe hasta una ley que regula la prohibición del uso de petardos y similares en público; pero esa supuesta ley debe participar de la imperfección de otras emitidas por el Poder Legislativo de España. Recuerdo ahora las disposiciones sobre el tabaco y sobre la ahora tan tratada tutela de la mujer, contra el machismo dominante. Muy bien prohibir fumar en las cafeterías, por ejemplo; pero ¿por qué la Ley no se refirió a lo que se debe aguantar en una "cola" esperando el autobús o las permanencias fuera de las cafeterías por multitudes que impiden el uso de la acera, por ejemplo? ¿Por qué en el caso de las mujeres maltratadas, la justicia obliga a un alejamiento, dejando libre al maltratador; sin aplicar algo eficaz que impida radicalmente esa segunda aplicación del maltrato, por la que se produce incluso la muerte de la mujer maltratada? Yo a esas disposiciones las llamo "Leyes a medias", que son completamente ineficaces para una aceptable convivencia en nuestra sociedad.