Azucena ha empezado a sentirse mayor, aunque no tiene demasiada edad para ello; pero cada uno en su interior ve la edad de modo personal. ¿Qué se puede pensar sobre ese envejecer que sin remedio hemos de aceptar todos de buena o de mala gana, tengas 40, 60 u 80 años?

Azucena Arenillas, de ocupación principal su marido, su perro y sus vinitos y últimamente su nieto, ve las cosas muy "chungas". Su sobrina, Ana Pereito, siendo mucho más joven, anda con las mismas y ambas no salen de sus despechos, siendo como son tan distintas. Tienen 40 y 60 años.

Primeramente, Azucena nos asegura que hay que pensar que envejecer puede ser algo emocionante por la cantidad de sorpresas que puedes encontrarte a lo largo de los años, por supuesto no todas malas o incómodas. Los cambios físicos ocurren como en la misma naturaleza, poco a poco y casi imperceptiblemente. Lo mismo que la sonrisa de la cara tiende a ir hacia abajo en nuestros rictus y gestos, otras cosas en nuestro organismo también; pero, por eso, no dejan de estar ahí y funcionar cuando es preciso, sólo que unas con más lentitud y otras con más variedad. Y mira su escote en el que han tenido que hurgarle los médicos hace poco.

Lo fundamental, sin embargo, es comprender que pase lo que pase o qué mal aparezca un día, la vida va a continuar y mañana las cosas serán mejor. Así se comprenderá, por ejemplo, la cantidad de cosas que puedes deducir sobre una persona sólo con pensar cómo reaccionaría ante situaciones sin importancia, como pueden ser qué hacer en un día lluvioso llegado por sorpresa, cómo reaccionar ante las maletas perdidas en un viaje o en el aeropuerto o ante un apagón de luces a la hora de cenar.

Dice que se llega a saber, sin importar lo bien o mal que te hayas llevado con tus padres, que, cuando ya no están, los echas de menos. Se llega a saber que "sobrevivir" no es lo mismo que "vivir" y que en la vida casi siempre hay una segunda oportunidad para todo. Llegas a aprender que hay que tirar cosas inútiles y no guardar lo innecesario. Y ante todo que cuando haces una cosa de corazón, siempre tomas la decisión correcta. Y sonríe.

Cuando se envejece, me asegura con una sonrisa tierna, aprendes que todos los días deseas acercarte y tocar a alguien, o acariciar a un niño, porque se tiene necesidad de un abrazo afectuoso o simplemente de una palmada amistosa. Se aprende incluso que, porque de vez en cuando tenemos que sufrir molestias, hay que procurar no ser una molestia para otros, sobre todo si los aprecias.

Cuando van pasando los años y lo notas en ti, llegas especialmente a aprender que aún te queda mucho por aprender. Y que lo más enervante es darte cuenta de que las personas que tratas a diario podrán olvidar fácilmente lo que dijiste en un momento determinado, podrán olvidar lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo las trataste y cómo las hiciste sentir en esos momentos claves o insustanciales de la vida.

Y es que eso nunca se olvida?. Se arregla el pelo con un gesto suave y mira dulcemente a los ojos. Y acaba: "Envejecer puede ser, por ello, emocionante, entre otras cosas. Entiéndelo para disfrutarlo."