Hemos llegado los españoles al fin de año y al comienzo del año nuevo con los mismos problemas y motivos de inquietud y preocupación, sobre poco más o menos, que hace por ahora una docena de meses. El alto nivel de paro laboral que aun se mantiene tras las cifras récords anteriores, el segundo mayor de Europa, solo por detrás de Grecia, y el intento independentista de Cataluña, que ahora puede volver a resucitarse tras las elecciones del 2-D, marcan un punto y seguido que en ningún caso va a ser fácil resolver por parte de un Gobierno débil y en minoría y una oposición incierta.

La tensión por los sucesos de Cataluña se había ido acumulando desde el inicio del verano cuando los golpistas de la Generalitat anunciaron un referéndum ilegal para su determinación y su proclamación como república, y fue aumentando según se acercaba la fecha de la consulta, hasta que a la postre Rajoy decidió aplicar, aunque tibiamente, el articulo 155 de la Constitución, interviniendo que no suspendiendo la autonomía catalana y frenando el proceso separatista que ni los tribunales de justicia ni el Gobierno de la nación habían conseguido detener. Después, las precipitadas elecciones reiteraron la mayoría independentista que les conduce, con Puigdemont huido en Bruselas y Junqueras en la cárcel, a un nuevo mandato sin que, en el fondo, vayan a renunciar a sus propósitos, pese a la amenaza real de que el 155 vuelva a ser aplicado, pues ya pregonan planes concretos como la reapertura de sus fraudulentas embajadas y la restitución de todos los cargos depuestos. Un oscuro panorama de tensiones. Y tampoco es mejor el económico, pese a que Rajoy y los suyos no cesen de hablar de recuperación, algo que parece que, en todo caso, no llega a todos los lados. Se crea empleo a base de contratos precarios y temporales, pan para hoy y hambre para mañana. Pero la pobreza ha aumentado y se nota, lo mismo que la desigualdad social y las grietas visibles de las clases medias. Entre unas cosas y otras, entre la situación real de la economía, y la pesadilla política de Cataluña es lógico el desánimo generalizado.

Por aquí, más cerca, por Zamora, pues lo mismo, que la vida sigue igual, como los datos demuestran una y otra vez. Capital y provincia sufren el derrame poblacional que nunca cesa, con 3.000 residentes menos, jóvenes en su mayoría que salen en busca del trabajo y oportunidades que aquí no encuentran. Los pueblos mantienen sus carencias habituales, algunas tan básicas como la falta de agua potable en los meses de verano, mientras el campo continúa perdiendo recursos y dinero, cada vez mas a la baja. Y en la capital, ha sido un año de obras urbanas, de mejoras y arreglos en las calles, obras que continuarán el año próximo si el Ayuntamiento llega a un acuerdo con la oposición, que hay que esperar que así sea, para aprobar el presupuesto. La ciudad, de todos modos, sigue ofreciendo similar aspecto de descuido, o casi, que en años anteriores. Novedad y positiva por lo que representa fue la constitución de Zamora 10, una plataforma empresarial dedicada a impulsar de cara a las instituciones los muchos proyectos pendientes por falta de fondos oficiales. Suerte y feliz año nuevo a todos.