Aunque la candidata ganadora y su líder, Albert Rivera, reclamen tímidamente que en Cataluña debería gobernar el partido más votado o al menos obtener la presidencia del Parlament: Cs con Inés Arrimadas al frente, ello no pasa, por desgracia, de ser un mero deseo, porque desde el primer momento se da por sabido y por hecho que quienes manejan el cotarro son los independentistas, que vuelven a contar con la mayoría absoluta tras el 155 y la apresurada y errónea convocatoria de elecciones por parte de Rajoy. No lo aceptan así, sin embargo, tanto el PP, que no deja de presionar en ese sentido, como el descartado PSOE, pero desde Cs, con realismo, se está a la expectativa pero solo eso. Porque el fracaso de una pretendida investidura únicamente serviría para originar un desgaste innecesario en un partido cuya victoria en las urnas catalanas no debe ser baldía, pues el éxito obtenido puede servir para impulsarle hacia metas mas ambiciosas, que es lo que se teme el PP. Hoy, Rivera cotiza al alza, convertido en un adversario político más serio que lo era hasta los comicios del pasado 21-D.

Tanto es así que ya se ha iniciado la ofensiva, a la que se ha unido el PNV, la derecha nacionalista y separatista agazapada a a la espera de acontecimientos, uno de cuyos líderes, Egibar, ha tratado de descalificar burdamente a Cs calificándole como un grupo de ultraderecha y comparando a su líder con José Antonio Primo de Rivera, fusilado por los republicanos, llegando a asegurar que en los escritos del fundador de Falange hay conexiones con las ideas de Cs. Cuando es obvio que entre los dos solo existe en común el apellido. Dudoso es que el vasco haya leído las obras de Jose Antonio, y si las ha leído por algo será. Pero ya se sabe que lo normal entre la clase política es no haber leído jamás un libro, salvo los de texto quienes los leyesen. No se entiende bien a que viene tal ataque, a no ser que por aquellos lares comiencen a tener miedo de Cs, aunque allí carezca de arraigo. En cuanto a calificarle de partido de derecha extrema, no deja de tener gracia viniendo de donde viene: de una derecha rancia, soberanista, que sigue cabalgando aupada en sus beneficios fiscales a costa del resto de los españoles. Temen los del PNV que si Cs llegase al poder acabase con tales privilegios y hasta con las autonomías, tal vez porque equivocan a los de Rivera con Vox, un partido emergente, que va a tener sus posibilidades en las próximas elecciones generales y que, ellos sí, ofrecen el retorno al Estado central.

Entre Jose Antonio y el lider de Cs hay obvias diferencias. El fundador de Falange tenía una ideología clara, precisa, errada o no, pero por la que dio la vida. El otro Rivera, en cambio, si de verdad quiere convertir a su partido en una auténtica alternativa tendrá que empezar por definirse de una vez por todas, precisando más su postura, frenando su mariposeo por la derecha y la izquierda, sirviendo de báculo al PP; o sea, saliendo de la ambigüedad, justo como ha hecho en Cataluña. Acusados los centristas de ser un invento de las fuerzas económicas para apuntalar a los conservadores, habrá de empezar por mejorar la confianza y la credibilidad que, pese al éxito catalán, todavía se resienten demasiado.