El año que viene, está a la vuelta de mañana. La última esquina de 2017 que hay que sortear. El lunes comienza el año que viene, que está a punto de entrar en nuestras vidas como nosotros estamos a punto de entrar en la suya. Para los optimistas el vaso estará medio lleno, para los pesimistas, cada vez más, medio vacío. No es de extrañar, nos desayunábamos días atrás con el fuerte aumento de las pensiones. Un 0,25%. ¡Se habrán quedado herniados! Este Gobierno nos ha desmantelado la vida. Nos han vendido hasta los sueños que aún nos quedan por soñar. Menos mal que siempre hay alguien por ahí que sueña, y rescata nuestros sueños y quién sabe si algún día alguien, quien sea, nos los devolverá.

La verdad es que comenzamos el año, un poco mustios. No es lo mismo recibirlo con alegría natural que con la otra que producen los grados de más de cualquier bebedizo de los que animan la noche, la noche más vieja frente al año más nuevo que se presenta sin alicientes. Todo sube. Nada baja. Si acaso el ánimo. Y estamos hartos.

Y pienso fundamentalmente en los jóvenes. En los que se han ido, en los que están dispuestos a irse y en los que se quedan. En los que luchan, sin violencia; en los que hacen de la palabra el mejor vehículo de entendimiento. En aquellos jóvenes capaces de tender sus manos, porque son manos solidarias, manos que ayudan, manos que abren puertas entre el corazón propio y el ajeno. Puertas por las que corre aire nuevo y bueno que no permite que se anquilosen. Pienso en los jóvenes que todavía tienen fuerzas para labrar, para hacer, para forjar su futuro, y eso, tomo aquí prestadas las palabras de Mario Benedetti: "a pesar de los ruines del pasado y los sabios granujas del presente".

La verdad que en este último "Zamoreando" del año 2017, yo quería haber escrito otra cosa, desde el optimismo, desde la alegría, pidiendo perdón y perdonando, dando las gracias a los que me quieren y me entienden y me atienden a diario, a los que comparten y comprenden mis criterios y a los que no. A los que me aguantan un día y otro. A los que me toleran y a los que no. A los que en medio del anonimato me insultan, insultándose a sí mismos, y a los que en el anonimato, me dan su estima y me muestran su cordura. A los amigos y a los que se empeñan en ser enemigos. A los que me obsequian con su bondad, a los que me abren la puerta de su corazón y a los que me la cierran, a todos, con los mejores deseos. Yo sólo sé que comenzaremos el año nuevo con subidas, y no precisamente salariales, a pesar de lo que se nos ha vendido en grupo. La luz, el gas y esas pensiones de mierda a las que se aplica el mínimo que la Ley permite. Ese mísero 0,25 por ciento. Descuide usted que ni Senadores, ni Diputados renuncian a un solo euro de sus cuantiosas pensiones. Ni Senadores ni Diputados, se bajan el cuantioso sueldo que perciben en solidaridad con los pensionistas. Seguirán apoltronados en el escaño haciendo tiempo para poder cobrar la jubilación máxima.