Está de moda decir que Portugal está de moda, pero es verdad, y además es justo. Exhibe estabilidad política (que pivota sobre la izquierda), lleva una gestión económica equilibrada, sus cuentas aguantan, el paro baja, el turismo tira, juega un papel en Europa y se habla ya casi de milagro. A otra escala, pasaba con España antes de la crisis, y tal vez estaba cerca de volver a pasar gracias a la buena faz de la rápida recuperación, antes de que Catalunya empezara a lastrar la imagen. Estos fenómenos de subida y bajada en la cotización de los países son positivos, pues la movilidad no deja a nadie sin esperanza. En Portugal, pese a cierta grandilocuencia verbal hija del imperio perdido, reina un sentido de la mesura y un gusto por la paz que contrastan con sus vecinos de península. Estos a veces deploran su tempo más pausado, pero correr está contraindicado cuando no se sabe adónde ir.