Si en la vida actual no mantenemos la protección exaltada de los parajes paisajistas, corremos el peligro de materializar totalmente nuestra existencia, tan escasa ya de sensaciones de tranquila belleza. G. Bornás

Fue siempre nuestro Tesoro, nuestro talismán. La pobreza material era recompensada por la majestuosa belleza y serenidad de nuestro Lago. En sus orillas se desarrollaba la mayor parte de nuestro trabajo, porque en los allargos que dejaban sus aguas fueron surgiendo las escasas tierras y los prados que constituyen el escaso capital agrícola que poseíamos. Admirábamos su estampa, sus cristalinas aguas, sus colores cambiantes y sus enfados, que algunas veces ocasionaron la muerte de algún vecino. Vivíamos en un constante diálogo con él. Los ríos que dan vida a las montañas que lo custodian le entregan generosos sus aguas después de pasar por Ribadelago donde se unen en el Tera en un lugar mágico que ya existe solo en parte.

Su contemplación producía en los habitantes del pequeño pueblo el mayor placer espiritual, era el regalo que Dios había concedido a sus hijos más humildes y ellos sabían muy bien valorarlo y apreciarlo, su necesidad estética se saciaba en él, y en el cielo y las montañas que él espeja.

El Lago era nuestro, aunque su aprovechamiento siempre fue de otro.

El 9 de enero del 59, las aguas del Lago se volvieron oscuras y densas y en su seno acogieron los cuerpos sin vida de 116 de los 144 vecinos que murieron. Fue la culminación de la estrechísima relación entre el Lago y Ribadelago . Y se cumplió el augurio de los versos de D. Miguel "Servir de pasto a las truchas/ es aun muerto amargo trago/ se muere Ribadelago/ orilla de nuestras luchas".

En los supervivientes surgió otra forma de mirar el Lago. Una mirada más íntima aún, más triste y más agradecida. Ahora es para nosotros un camposanto, un cementerio de agua. Muchos de los supervivientes no hemos podido volver a bañarnos en él. Su contemplación nos provoca respeto, recuerdo perenne, oración íntima, pena profunda. Lo miramos más en los meses de invierno cuando la tranquilidad se recupera y el pequeño pueblo vuelve a ser un grupo de supervivientes. En verano hay sobre sus aguas dos miradas contrapuestas, dos mundos alejados. Sentimos que nos lo han arrebatado y que ha mutado en playa masificada. Pensamos que la presión del turismo puede romper el equilibrio necesario para su conservación perfecta. "?una de las maravillas de la creación que no nos es dado alterar" (D. F. Prieto Moreno).

Ahora se hacen muchos análisis a sus aguas. Los científicos aseguran que están muy bien. "Aún aguantan la fuerte masificación del turismo", asegura uno de sus estudiosos. Aún, ahí está la clave, en ese adverbio de significante corto pero cuyo significado puede camuflar mucho peligro. ¿Hasta cuándo? ¿Esperaremos a que no esté en tan buenas condiciones para extremar su cuidado?

Quienes nacimos y crecimos junto a él sabemos que no está como entonces. El agua es más oscura y a simple vista se aprecian cambios y elementos que no había.

El Lago es el corazón del Parque Natural, la atracción más importante de todo el turismo de Zamora y zonas próximas, es la marca Zamora más representativa y un tesoro Natural de infinito valor. "Uno de los lugares de más belleza paisajista de España" como afirmó Antonio Gallego. Y el profesor Lozano Rey asegura rotundo "es el único lago de verdad que poseemos".

Pero el Lago está inmerso en un lugar en un entorno y su salud y bellaza depende de la salud que mantenga todo este entorno.

A menos de un kilómetro más arriba está Ribadelago, su apéndice, su complemento, el pueblo que durante siglos lo contempló y lo admiró en silencio. El que con su desgracia lo salvó de convertirse en otro embalse para obtener energía eléctrica. Sin aquella inmensa desgracia de sus habitantes, hoy nadie podría disfrutar del Lago. El pueblo nuevo está apenas a 50 metros de su comienzo. Ambos, Lago y pueblo forman ese corazón del Parque y sus destinos van irremediablemente unidos. Nadie parece verlo de verdad, aunque todos sabemos que el turismo del Lago empezó a raíz de aquella desgracia. En los planes de mantenimiento del Lago nunca entran los de mantenimiento del pueblo. Ribadelago Nuevo, inapropiado para sus destinatarios, caído allí como por error de quien lo arrojó, tiene sin embargo una arquitectura hermosa de la vanguardia de los años cincuenta, unos edificios públicos de diseño de renombrados arquitectos y artistas de aquel momento, que son muy dignos de mayor atención. Posee además una riqueza estética importantísima en paisaje urbano: sus jardines, hoy abandonados, convertidos en verano en aparcamiento de coches. ¡Un dolor! pero todavía están; solo necesitan unas caricias en forma de cuidados para que puedan volver a lucir hermosos.

En el pueblo viejo, el abandono y la suciedad son evidentes. La carretera llega hasta las ruinas de la iglesia, aunque en mal estado, las paredes de su orilla caídas y afeadas con cierres de urgencia para proteger los productos cultivados. Más allá el camino se inunda con las primeras lluvias y para algunas viviendas un poco alejadas hay que pasar por una laguna de agua sucia. Los "vadallales" por donde en su día transcurría el agua rápida y limpia hoy están totalmente cubiertos de maleza. En invierno, con frecuencia se inunda todo el valle: tierras, caminos, carretera. La basura es arrastrada hasta el Lago.

El Ayuntamiento dice que no tiene dinero para más atenciones, las otras instituciones lo ignoran, mientras tanto la riqueza más importante de la zona pasa por los ingresos que Lago y pueblo producen, pero en este último no repercute como sería de esperar.

Un Parque natural se crea para conservar, proteger y desarrollar un territorio, generalmente de escasa población, de una riqueza natural y paisajística importante, goza de atención y asignación económica especiales. Se supone que sin excluir a las personas que lo habitan, que deben ser lo más importante; su bienestar, sus costumbres, su cultura, su modo de vida tradicional, deben protegerse. Debe mejorar la calidad de vida de los que nacieron y viven en el territorio. Si no volveremos a la misma pregunta que ya nos hemos hecho otras veces ¿Para quién es el progreso?

El turismo es necesario y es una bendición para una zona. Pero, cuando solo se hacen las cosas para atraer turismo con fines exclusivamente económicos se puede destruir aquello que se quiere proteger. Cuidemos y mimemos el Lago, pero para ello es necesario mimar también su entorno y en ese entorno de una manera especial Ribadelago por ser el más cercano y compartir espacio, historia y vida.

Hemos tenido la inmensa satisfacción de ver como nuestra Villa, Puebla, ha conseguido la consideración de uno de los pueblos más bonitos de España. Se lo merece y se lo merecen sobre todo las personas que han trabajado por ello. Felicitamos a cuantos con su entrega han colaborado en esta hermosa tarea. Ahora demos un paso más, todos formamos la misma ruta, el mismo conjunto, y Ribadelago es quizá el punto más interesante porque a su lado está el Lago, por sus montañas y paisaje en general por historia, porque tiene muchos elementos para ser otro de los pueblos más bonitos de España. ¿A quién le corresponde liderar este proyecto?

Ahora se maneja la posibilidad de convertir el plano inclinado en un funicular, un camino artificial de masificación al único reducto que aún queda virgen: la sierra, nuestra sierra. Desde mi punto de vista, ahora sería un tremendo error. El prurito de construir cosas tangibles espectaculares puede hacer perder la visión de la realidad y de lo que de verdad es más urgente?Hay cosas más próximas, más necesarias, más baratas y más sostenibles para el pueblo, para fijar la población y al mismo tiempo atraer el turismo de igual manera. Es necesario consolidar y aprovechar al máximo todas las posibilidades de mejorar lo que ya tenemos. Arreglar y limpiar caminos, reparar las calles, embellecer sus jardines, crear puestos de trabajo en mantenimiento, explotar la riqueza agrícola de la zona, atender mejor a los personas, de una manera muy especial nuestros mayores, en todos los órdenes y aspectos de la vida cotidiana: salud, formación, entretenimiento activo, socialización, y un sin fin de cuestiones que impiden hoy que los habitantes de este corazón del Parque tengan verdadera calidad de vida, sean felices, y encuentren en ese territorio que aman tanto, una respuesta de paz y sereno contento. Con una pequeñísima parte de ese inmenso proyecto quizá se pueda hacer YA el Museo de la Memoria, compensar un poco a los supervivientes que ya contribuyeron con creces al progreso de todos. Estamos dispuestos a seguir contribuyendo pero no volviendo a morir por expulsión. Que además de compadecernos por nuestro destino trágico se haga algo por nosotros, por los que aún quedamos y por los hijos y nietos que nos van sustituyendo.

La sierra es cercana, tiene caminos para subir andando que parece lo más lógico para los amantes de la montaña, y en coche. No pongamos por ahora otro elemento más de destrucción en este hermoso paisaje que tiene en sí mismo todos los ingredientes naturales para ser el máximo atractivo. Ese jirón en nuestra montaña, testigo de lo que allí ocurrió, forma parte de la memoria histórica.