Quienes creían que con la actuación de la justicia se iba a acabar la carrera política de Silvio Berlusconi se equivocaron: el viejo caimán no se rinde y está dispuesto a volver a la palestra. Nadie puede negarle que sea consecuente: consecuente en su desfachatez, en su cinismo sin límites, en sus intentos de manipulación del electorado, en sus mentiras y continuos engaños. Es la nuestra la era de la desvergüenza y Berlusconi es en eso un maestro, como lo es también el otro político que más se le parece: el hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Como señala Roberto Saviano, el autor de "Camorra", uno de los mejores analistas de la actual política italiana, no importa que Berlusconi haya sido acusado de intentar sobornar a senadores para hacer caer el Gobierno de Romano Prodi. El soborno forma parte del paisaje político italiano: todos lo practican en algún momento y si se les pregunta por qué, contestarán que si no lo hacen ellos, otros lo harían, con lo que nada se habría finalmente ganado.

No puede extrañar, pues, que en un Estado en el que las leyes se ven sólo como intentos de tutela por parte de un Estado que mete sus narices en todas partes, a tipos como Berlusconi, que se las saltan como les viene en gana, no se les considere delincuentes, sino héroes. El Estado exige pagar impuestos para garantizar la justicia social, pero en definitiva sólo los trabajadores y los idiotas pagan al fisco: los listos tratan siempre de escapar, como ha hecho Berlusconi.

Berlusconi es alguien que, como dice Saviano, ha logrado persuadir a los italianos de que para la realización personal, solo hace falta más que convertirse en "empresario de uno mismo", como él mismo ha hecho.

Mientras que otros políticos prometen que, si son elegidos, harán todo lo posible para que cambien las cosas, Berlusconi les dice a sus ciudadanos que si votan por él, les cambiará la vida. Berlusconi trata de convencer a sus compatriotas de que en Italia no hay más problema que la excesiva burocracia y la corrupción de la justicia, y que es él único en posesión del bálsamo de Fierabrás para curar esos males.

El diagnóstico que hace Saviano en un artículo publicado en el semanario alemán "Die Zeit" no conduce precisamente al optimismo: Italia, dice, ha sido siempre un laboratorio social de Occidente. Italia se adelantó al nacionalsocialismo con el primer Estado fascista -el de Benito Mussolini- y las Brigadas Rojas anticiparon el terrorismo europeo. De igual manera, Tangentopoli -la red de corrupción política y económica denunciada por Manos Limpias- fue también un adelanto de lo que ocurriría luego en otros países europeos.

Y al igual que Mussolini se adelantó a Hitler, Berlusconi ha encontrado un imitador mucho más peligroso en el presidente Trump. Quien hoy mira a Italia, dice Saviano, verá en ese país "el futuro europeo".