Con el final de año, y con eso de las nominaciones, vuelve a hablarse de los condenados rollos de los premios Goya en España y los mundialmente famosos Oscar de Hollywood. No suele haber apenas sorpresas en estas designaciones, porque a poco que se siga la actualidad cinematográfica pero sobre todo la actualidad del país, se sabe de sobra cuales pueden ser las películas españolas que ocuparan los lugares de salida hacia los preciados galardones.

El año próximo parece que se retrasan algo ambas galas, tan cutre la una como la otra: los Goya para febrero y los Oscar para marzo. Tres largas horas o casi o más de pesadez televisiva a altas horas de la noche o de la madrugada, que ni los cinéfilos que aun sobreviven suelen resistir aunque digan lo contrario: largas parrafadas, supuesto humor de los presentadores, unos premiados que con la estatuilla en la mano aprovechan para contar su vida, recordar a sus parientes y amigos y soltar besos dando las gracias a todo bicho viviente, y naturalmente soltar dardos y reivindicaciones políticas, de izquierdas por supuesto y vengan o no a cuento.

Ya se puede vaticinar de lo que se va a hablar y de lo que se va a protestar por parte de actores y cineastas en los Goya y en los Oscar. Es un vaticinio que en ninguna ocasión falla, porque todos sabemos de que pie cojea este ambiente, y muy especialmente en España donde el cine es obligatoriamente subvencionado y todavía quieren más y no se cansan de pedir o exigir dinero para unos films que luego muchos de ellos ni siquiera tienen distribución y se limitan a ser exhibidos por los canales televisivos que han puesto parte de la pasta en el empeño.

Y es que el cine español, aquel cine que antes tuvo tanta calidad, tanto talento, ha devenido, lo mismo que la clase política, y parte de la sociedad, en la mediocridad más espantosa. Temas de la guerra civil con tratamientos burdamente manipulados hasta aburrir, pretendidas comedias, cintas psicológicas o de intriga o policiacas, o sociales incluso, casi siempre de malos guiones y de peor interpretación a base de actores procedentes de televisión, con lo cual queda expresado todo, pues no hay más que ver las series que se prodigan en los canales españoles.

Como ya se sabia por donde iba a ir la cosa, nada sorprendió que la elegida para tratar de competir por los Oscar fuese "Verano 1.993". Dicen que es una buena película hecha con inteligencia, tino y sensibilidad por una directora primeriza. Una película en catalán, de producción netamente catalana. Lo que cabía esperar. Sin embargo, luego no pasó el corte, no fue seleccionada y no optará por España a ganar la estatuilla al mejor film de idioma extranjero.

No hay que apenarse, sin embargo, porque la película catalana se hinchará antes a ganar premios Goya, pues va a a optar nada menos que a ocho distinciones, entre ellas mejor película y mejor director novel. Es fácil imaginar lo que se podrá escuchar cuando salgan a recoger los galardones.