Uno de los despropósitos más grandes de la marca España consiste en que Pablo Motos ganó el Premio Nacional de Televisión en 2016. A partir de ahí, ya sabemos cuál es el nivel. Con audiencias impresionantes, Motos se ha labrado una merecida fama de desaprovechar a sus entrevistados y de acribillar a sus entrevistadas con preguntas tan sexistas que llegas a pensar si no le escribe los guiones el mismísimo Trump.

A la periodista Mónica Carrillo, que presentaba un libro, le planteó: "¿Crees que a los hombres les atraes tú y por eso les gusta leerte?". A las actrices de "Las chicas del cable": "¿Tú perreas? ¿Cuántos pendientes te caben en la oreja?". A la modelo y actriz Elsa Pataky: "¿Para dormir prefieres ropa sexy o cómoda?". Estrellas de Hollywood y personalidades se han negado a ponerse a tiro de Motos, pero la mayoría sucumben porque han de promocionarse como sea. El hastío de Jesse Eisenberg y Charlize Theron por haber pasado por una experiencia que tildaron de ofensiva constituyen la cara B del programa. En la A están los muchos seguidores que acumula y los famosos que entran al trapo y se lo pasan bomba. La alcaldesa de Barcelona hubiera tenido que elegirle para conseguir su minuto de gloria televisiva. Pero no. Ada Colau prefirió "Sálvame". O su versión fin de semana, "Sábado Deluxe".

Si existe un estercolero, ése es Sálvame. Un piélago de personajes que se dejan humillar a cambio de fama, que exponen su intimidad a cambio de dinero. Un salpicón de tonterías, peleas en directo, griterío y cortedad. Ese formato que de tan usado va de capa caída lo frecuentan hoy frikis de cuarta que se dejan despellejar porque 'la casta' del famoseo ya ni se acerca. Pues ese plató infumable y su maestro de ceremonias, Jorge Javier Vázquez, acogieron a Ada Colau, que se dejó entrevistar "para hablar de todo menos de política". En ese antro chabacano reveló que tuvo una novia italiana durante dos años, sin que nadie se lo preguntara.

Una pena que Barcelona haya perdido la Agencia del Medicamento porque nos van a hacer falta tranquilizantes con estos líderes desnortados. Lo pueden vestir de lagarterana y decir que la alcaldesa quiso contribuir a romper armarios, pero en realidad ha usado su vida privada para conseguir repercusión social como Antonio David o Aramís Fuster. No nos importan ni sus novias, ni sus novios, ni sus orgasmos ni nada de lo que hace fuera de su despacho; de hecho, es una larga reivindicación que las mujeres políticas no tengan que dar explicaciones sobre su vida personal. Sí nos importa que Ada Colau se exhiba en el templo de la basura cotilla, ella, que dijo que se puede y se debe cambiar el mundo. Pues que empiece por la televisión. En política hay que dar lo mejor de uno mismo, justo lo contrario de lo que se exige en "Sálvame".