D esde que Hollywood abrió la veda parecer haberse perdido el miedo a denunciar acosos y violaciones y se están destapando casos viejos y nuevos con los que hay que avergonzar a los acosadores y violadores, sean estos de guante blanco o de puño sucio. Porque acosadores y violadores hay en todos los ámbitos profesionales. No sólo el cine y la televisión cuentan con el mayor censo, el deporte y la política tampoco se quedan para atrás.

El día en que se empiece a hurgar entre los políticos de todos los signos que han hecho del acoso su modus operandi, se va a desenmascarar a mucha gente. Tan grave y ominoso es este modo de conducta como la corrupción que parece una fuente inagotable. Ahora le ha tocado de lleno al deporte. A tres jugadores de la Arandina Club de Fútbol, equipo que juega en el grupo VIII de Tercera División. No quiero decirle lo que puede estar pasando en Primera y en Segunda División. No es la primera vez que se tapan actuaciones sexuales que rayan en lo delictivo. Son sobradamente conocidas las orgias a las que se han entregado no sólo futbolistas de reconocido prestigio deportivo, sólo deportivo, también deportistas de otras disciplinas.

Los tres acusados de presuntos abusos sexuales de 24, 22 y 19 años no son unos niños. Lo grave es que, según se ha recogido en muchos medios de comunicación, eligieron como víctima a una menor de 15 años. La madre de la víctima, supuesta víctima, fue la denunciante tras ver el móvil de su hija. Al parecer los tres propusieron sexo a la chavalita y esta dijo no. Lamentablemente no acaba de entenderse que no es no. Y que cuando una mujer, tenga la edad que tenga, dice no, hay que respetar su decisión. Máxime tratándose de una menor. La propuesta ya dejaba, de entrada, mucho que desear. Por esas y por otras circunstancias.

Ninguna mujer, por humillante y vergonzoso que resulte, debe dejar pasar la afrenta sin denunciar, sin ponerlo en conocimiento de la autoridad competente. Hay que dar un escarmiento. No se puede permitir que haya "manadas" de toda clase y condición que, encima, se jacten de sus proezas. Sobre todo no tiene que dar miedo a ninguna mujer el estatus del acosador o violador. Da igual que sea un ejecutivo de alto standing que un político de altos vuelos. Algún día, espero que no muy tarde, alguno de estos caiga porque haya una mujer lo suficientemente valiente que no quiera callar más. Porque quien calla otorga. Y no se puede ser un consentidor por la vía del silencio.

Por cierto, tiene bemoles que se haya puesto de moda eso de grabar las proezas sexuales para luego presumir con los colegas de machos. Como si el macho fuera eso.