no era fácil meter en un metraje moderado el papel de Torcuato Fernández-Miranda en el cambio político de España de hace 40 años, y el telefilme "De la ley a la ley" no lo ha logrado. Queda apuntada, sí, la relevancia absoluta que tuvo ese papel, la superioridad del gijonés sobre su entorno y el eminente papel paralelo de Santiago Carrillo, y eso es mucho ya. Demasiado Torcuato para dejarse pillar en una semblanza rauda. Un personaje soberbio en dos acepciones, determinado en el fondo pero contradictorio para el simple, críptico, inescrutable casi, de inteligencia reflexiva pero aplicada a la acción, finísimo en los matices y sin la menor concesión al populismo, detestado por los analistas rudos, estaba condenado de antemano, hiciera lo que hiciera, a ser el gran incomprendido de su época. Lo sigue siendo, y si un día deja de serlo habremos entendido el tiempo que en parte modeló.