Tristes conclusiones las del informe de la Fundación Bertelsmann que acaba de hacerse público y que no se anda por las ramas al situar a España en el puesto 24, a la cola, pues, de los 28 de la Unión Europea, en cuanto a la situación actual se refiere. Siempre ha sido el nuestro un país gravemente deficitario en cuanto a justicia social pero parece que la crisis ha agudizado las consecuencias de un modo alarmante en el que ya hace tiempo que todos los estudios al respecto, lo mismo que la opinión de la mayoría de los sociólogos y expertos coinciden. De hecho, y según los datos, el caso es que España, desde hace diez años, ha bajado diez puestos en esta clasificación del bienestar.

Por debajo, una vez más, solo quedan los de siempre, los que forman con España, por mucho turismo y mucha marca que se quiera vender al mundo, el furgón de cola del desarrollo, o sea: Bulgaria, Rumania y Grecia. Por arriba, todos los demás, con dos países nórdicos, Suecia y Finlandia, liderando el grupo, algo que no representa ninguna novedad. Como suele ser norma en este tipo de informes las puntuaciones y porcentajes se han llevado a cabo a través de diversos parámetros, como el acceso al mercado laboral, el indice de paro, la previsión de la pobreza, la educación equitativa, la sanidad y otros más, todos los cuales han venido a dar unos resultados que no son para sacar pecho.

Entre los resultados más negativos para España aparece como no podía ser de otra manera la difícil situación del mercado de trabajo, y eso pese a que desde 2014 se ha producido una recuperación que ha hecho bajar el desempleo, aunque siga siendo el segundo más alto de la UE, tras Grecia. Lo más preocupante, con todo, es que esa mejoría se obtiene gracias a un 91 por ciento de contratos temporales, algo que de sobra saben los parados, entre los cuales los jóvenes y los mayores de 40 años son los más numerosos y de mayor duración. Unicamente Chipre supera este dato. Y ello ha originado que en la época más dura de la crisis la población en el umbral de la pobreza llegase a situarse en el 30 por ciento, aunque en los tres años últimos se ha conseguido reducir la cifra al 27 por ciento merced a los programas de prevención y al incremento del empleo aunque sea en precario. Tampoco el nivel de la educación para todos ayuda a las conclusiones del estudio porque se continúa con esa lacra de ser el segundo país con mayor porcentaje de abandono escolar, con Malta por debajo, y con un 41 por ciento de población sin estudios secundarios, por encima de Portugal pero con todos los demás por encima.

Menos mal que algunas de las medidas utilizadas en el informe han registrado unos resultados que al menos no son negativos, destacando la sanidad, que no es que sea considerada óptima, pero que aguanta en el puesto número 12 pese al deterioro de los últimos tiempos debido a las egoístas y torpes medidas de austeridad irracional puestas en funcionamiento por la clase gobernante mientras mantenían los despilfarros de las administraciones públicas. Faltan profesionales, faltan medios, pero aunque ya no sea como antes, la sanidad pública sigue salvando la cara social, pese a los políticos.