No sé por qué pero todas las noticias que me llegan estos días a Berlín a través de la prensa de lo que sucede en nuestra Villa y Corte me recuerdan el sórdido ambiente de la Ópera de Tres Centavos.

Un ambiente de corrupción y bajeza moral, esta vez en despachos oficiales como escenario, en el que abundan las traiciones, los insultos, los chivatazos y los navajazos como en aquella poderosa crítica brechtiana del mundo capitalista.

Hoy estamos metidos de hoz y coz en ese mundo, y lo que cuentan aquellos medios que no siguen totalmente absorbidos por el conflicto catalán le producen a uno indignación y vergüenza ajena.

¿Cómo han podido caer tan bajo ciertos personajes de patriótica pulsera rojigualda, movidos, como parecen haber estado en todas sus actuaciones, por la mayor ruindad y un afán de lucro ilimitado?

¿No fueron elegidos para representar nuestros intereses? ¿No les pagábamos para eso y no para llenar, como han hecho, sus bolsillos con contratos amañados y mordidas a cambio de adjudicaciones?

¿Y qué decir de esos policías de la capital que con el lenguaje más soez insultan y amenazan a ediles, políticos de izquierda y periodistas?

¿Se obliga a nuestros policías a asistir a algún curso de democracia y respeto de los derechos humanos?

Y si es así, ¿no habría que sancionarlos por desprestigiar de tal manera a un cuerpo destinado a defender y no a insultar a los ciudadanos y a sus representantes?