Querida amiga: Cuando me propusieron escribir una carta, ya sabía que te quería escribir a ti, a ti y tu gente pero sobre todo sobre ti.

Querida amiga, te conocí por accidente, te elegí hace unos años solo porque me gustaba tu nombre y porque estabas a mi altura, no demasiada pequeña, no demasiada grande, perfecta. ¡Y no podía imaginarme cuánto! Hoy que estoy lejos de ti, me dieron la oportunidad de decirte como me encantas, como la vida en tu entorno es sencilla, tranquila, auténtica? maravillosa.

Gracias a ti, descubrí el placer de poder moverme por todos lados andando, saludando a cada esquina a un conocido, parándose para charlar unos minutos con risas y alegría. Aprendí la importancia de la familia y de la tradición con tus pueblos, tus quintos, tus tupper de mamá, tus comuniones y tu Semana Santa.

Me sorprendiste por la elegancia de tu gente, sobre todo de las mujeres, que van por tus calles. Esas mujeres con fuerte sentido de la amistad llamándote guapa aunque no lo seas, que te defienden ante todo y se alegran cuando te has arreglado y que estás realmente guapa. Esas mismas amigas, directas, que no temen decirte que estos pastelitos deberías parar de comerlos.

Contigo la jubilación no es sinónimo de camino hasta la muerte, se vive la vida, se sale el viernes por la noche para comer un helado, ir de pinchos, tomar un café y jugar al parchís o a las cartas. Los pinchos, uno que sí, uno que no, las patatas mixtas y el pan en abundancia, tus vinos, tus cañas? Pero también tus bombas, tus pepitos, ¡me hiciste querer la crema y la nata!, tus rosquillas, tus flores de carnaval y otra vez tus cañas pero no las mismas. ¡Y en tus casas! ¡Disfruté de tus garbanzos, arroz a la cubana, tortilla de patata, croquetas y filetes rusos!

Antes de conocerte, no sabía que se podía cagar en la leche, en la mar, en Dios, en diez. Tampoco que todo estaba cojonudo, ¡cojones! Y tú estás de puta madre pero cuidado que te pueden mandar a tomar por culo o por saco.

¡Dejar tus calles, tu arquitectura, tus puentes, tus numerosas iglesias, tu catedral! ¡El color de tu piedra y más allá, el desierto plano hasta la próxima ciudad, más allá el resto de Castilla llena de historia y otra tierra mía.

Hoy quiero que todo el mundo te conozca, mi querida Zamora, mi querida Castilla.

Christelle Girard