En las relaciones con los demás; a las que en la mayoría de los casos nos vemos obligados a mantener, como son las de índole laboral, familiar; como también con la gente que nos cruzamos en la calle, que están en un establecimiento mercantil como clientes, dependientes, empresarios, etc; suelen ser de todo tipo y condición; es decir cordiales, respetuosas, amigables; más o menos frías; con más o menos presencia de la educación, o inclusive de indiferencia hacía la otra persona, cuando no groseras, acosadoras, filonazis, etc.

Es por lo tanto, muy difícil encontrar a alguna persona encantadora, seductora, que nos atraiga, simultáneamente, su buen carácter, su sentido de la profesionalidad, del buen hacer, del deber hacía todo y hacía todos; de su afán de servicio y atención a quiénes les necesitan; de su comportamiento ciudadano cumpliendo con rigor sus obligaciones tributarias; por su discreción, por su prudencia, por su comprensión de lo ajeno, por su talante dialogante, por su actitud ejemplarizante respecto a quiénes comparten con ellas los distintos aspectos de la vida en los que participan, etc.

Considerando que el ser humano no tiende a la superación, al esfuerzo, a ser mejor cada día, en cualesquiera ámbitos de la vida en los que interviene con las demás; el alcanzar el carisma, el liderazgo, la seducción, el encantamiento respecto a los demás es meta harto difícil, por no decir imposible; pues otra cuestión, totalmente diferente y que no hay que confundir, es que sea físicamente atractiva, chistosa, chismosa, que en las relaciones físicas íntimas las "borde", que sea una encantadora de serpientes, etc, etc, etc.

Ser buena persona; que es lo auténticamente seductor en cuanto nos impulsa a tomar nota, a superarnos, a ser mejores, en suma, en benificio de nosotras mismas y de las demás; requiere conciencia de los inmensos deberes que todas tenemos hacía las demás, de la toma de decisiones encaminadas a servir más y mejor, de tener empatía con quiénes nos relacionamos, a no ser malas personas y seres despreciables; a procurar tener, en resumen, una sociedad y convivencia más llevadera, más elegante, mejor. Es decir, para "embargar o cautivar el ánimo a alguien". Supongo que alguna persona seductora habrá.

Sancho de Moncada