Habló la esfinge, habló Rajoy, en la radio, tal vez como un prólogo a su anunciada participación en la campaña electoral de Cataluña, aunque referirse al presidente del Gobierno y del PP junto a algo que signifique actividad no deja de ser una pura y dura contradicción, como los hechos de la región catalana han demostrado cumplidamente. Pero ahora hay mucho en juego y Rajoy entra en escena.

Son tantos los asuntos pendientes, las medias noticias, los rumores circulantes, lo insinuado sin confirmación, que se hacía preciso que el presidente diera la cara. Y hay algo en el aire, en el ambiente, que tanto él como su partido puede que tuviesen prisa en aclarar: que aunque en los comicios regionales catalanes vuelvan a ganar los independentistas no adelantará las elecciones generales. Que el resultado del 21-D no tiene nada que ver, y que si del propio Rajoy depende, la legislatura durará cuatro años. No adelantó nada de volver a ser candidato pero lo admitió asegurando sentirse bien, en un buen momento, lo que muchos españoles celebrarán pero sin que ello suponga que deseen su permanencia.

Normal, pero es una afirmación y una seguridad que no convence a nadie por lo que la duda sigue estando ahí. Cómo no va a tener nada que ver que los separatistas se hagan de nuevo con la mayoría en el Parlament. Si es así, seguirán a lo suyo, con nuevos líderes, con nuevas estrategias, sabiendo que el 155 es un obstáculo insalvable, pero seguirán, buscando nuevas fórmulas, nuevos caminos. Y lo que entonces pueda hacer y haga el Gobierno será problemático otra vez en todos los casos.

Ya se sabe, claro, que como ha declarado, si el asunto está en sus manos la actual legislatura durará cuatro años. Pero no está en sus manos, o sea que no puede asegurar del modo que lo ha hecho que no tendrá que adelantar las elecciones generales. Su Gobierno es muy débil y sometido a la oposición, y o comulga con las ruedas de molino del PSOE y del PNV, sin ir más allá, o Rajoy tendrá muy difícil llegar al final. Solo cabe confiar en este sentido a la negociación, el consenso y el bien común del país por encima de los intereses de los partidos, las regiones, u otros intereses.

Lógicamente no está de acuerdo el presidente con su antecesor Aznar quien, en su linea crítica con su sucesor, ha manifestado que en caso de ganar los secesionistas las cosas en Cataluña no es que vayan igual sino que irán aun peor. No, Rajoy no lo entiende así pues asegura que los españoles saben bien ahora que con el 155 España se puede defender de cualquier ataque soberanista. Lo que hace falta es que lo entiendan también los independentistas, que parece que sí, por los síntomas. Lástima, por otra parte, que no aplicase ese artículo 155 de la Constitución mucho antes.

Ha sido muy duro, pero no ha dicho más que la verdad y lo que todo el mundo piensa, con los cabecillas del golpe: que no pueden tener ningún futuro relevante en Cataluña pues aunque judicialmente no estén inhabilitados, políticamente están inhabilitados todos ellos. Y en ese plan, animó a los catalanes a votar para que la sensatez, la seguridad y la normalidad retornen a aquella región española.