Una campaña del Gobierno polaco invita a sus ciudadanos a imitar las costumbres amatorias de los conejos para ver si así le levantan al país su baja tasa de natalidad. Que esto ocurra en la catolicísima Polonia del llorado Juan Pablo II podría parecer un contradiós -una acción absurda y vituperable-; pero quizá las apariencias engañen.

No es que el partido gobernante Ley y Justicia haya decidido poner a la población a fornicar con el ímpetu propio de los conejos, naturalmente. El partido, ultraconservador, es un declarado enemigo del derecho al aborto, del matrimonio homosexual y de cualquiera de las pérfidas modernidades que son ya usuales en la UE. Lo que en realidad pretenden los gobernantes de Varsovia es aumentar el censo de población, que está declinando a causa del escaso empeño que los polacos ponen en reproducirse. Su índice de fecundidad es de apenas 1,32 críos por señora en edad de procrear, cifra que pone en peligro el buen orden demográfico del país. Aun así, la campaña del Gobierno de Andrzej Duda fomenta involuntariamente la fornicación sin barreras (de látex) siempre que se haga a caño libre y con la clara intención de desembocar en el mayor número posible de embarazos.

El ejemplo de los conejos que ilustra el vídeo gubernamental ha sorprendido lógicamente al mundo por su carácter perturbador. El conejo es, después de todo, un animalito de eyaculación rápida y hasta urgente que apenas invierte quince segundos en ejecutar el coito antes de caer desmayado por su hazaña. Desde un punto de vista moral, podría entenderse que su pecado de lujuria es menor en la medida que dura menos tiempo, cuestión que sin duda habrá tenido en cuenta el Ejecutivo polaco. Otra cosa es que se invite al pueblo a tomar esos quince segundos de cópula conejil como una referencia del tiempo aconsejable para la práctica de la unión carnal entre las parejas humanas. Incluso en la católica Polonia -o en la Irlanda que tanto se le parece- eso sería un exceso de celo o más bien de falta de celo, por mucha fama de beatos que tengan los naturales del país.

Curiosamente, la analogía de los conejos es de más ajustada aplicación a España, país cuya denominación procedería, según algunos etimólogos, del fenicio I-Span-ia, que viene a querer decir "tierra abundante en conejos". No hará falta subrayar el doble y a menudo equívoco significado de la palabra "conejo" en el español actual. Comerse un conejo es expresión que tanto puede resultar de orden gastronómico como lascivo.

Tampoco es menos verdad que España padece una caída de la natalidad comparable a la que ha llevado a las autoridades polacas a emitir ese vídeo poblado de conejos que tanto cachondeo está suscitando en las redes sociales y en los WhatsApps. No parece previsible, sin embargo, que el Gobierno de Rajoy -conservador, si bien menos que el polaco- vaya a acometer una campaña semejante. Con una población de media tan añosa como la de aquí, no es cosa de andar incitando a la fornicación general. Bastante fornican ya los gobiernos a la ciudadanía.