Científicos japoneses y franceses al frente de un grupo internacional acaban de descubrir la existencia de una cámara secreta, hasta ahora desconocida, en el interior de la pirámide de Keops, esa maravilla egipcia que, 4.500 y pico años después de su construcción, sigue en pie dejando boquiabierto al mundo e insinuando y ocultando misterios profundos. El descubrimiento se ha efectuado a través de los llamados muones, unas partículas elementales que se producen cuando los rayos cósmicos chocan contra los átomos en las capas exteriores de la atmósfera. Esos muones, como si fueran propaganda independentista, caen sobre todo lo que pillan por delante e, incluso, atraviesan nuestros cerebros, eso sí, sin causarnos daño, no como las palabras y acciones de Puigdemont, Junqueras y demás.

El caso es que, sin saberlo y sin que nadie nos haya avisado, recibimos a diario miles o millones de esas substancias inodoras, incoloras e insípidas que se cuelan en nuestra vida y en nuestro cuerpo tal que gnomos juguetones e inofensivos. Quizás ahí resida la clave de algunas de esas cosas raras que nos suceden a diario y a las que no hallamos explicación. Estás bien, tranquilo, satisfecho de ti mismo y de repente, catapún, te pica un ojo. ¿Por qué? Hasta ahora no lo sabíamos y lo achacábamos al aire o a una mota de polvo. Pues, parece que puede ser un muón travieso que haya decidido por su cuenta y riesgo hacerse notar. Te consideras un atleta fornido y casi perfecto, de esos que devoran kilómetros como quien devora un currusco de pan. Y, hala, cuando menos te lo esperas te rezunga la rodilla, te corre un escalofrío por pantorrillas y muslos y te ves impelido a arrascarte como un poseso. ¿Qué ha pasado? Un muón que se te ha colado por la entrepierna y no encuentra el camino de salida. Y así podríamos seguir hasta el infinito porque, según los científicos, los muones forman parte de nuestra existencia, casi como Belén Esteban y los avatares de Paquirrín. Y es que estas partículas son capaces de atravesar la materia sin romperla ni mancharla y sin dejar huella, como los furtivos en tiempo de hielos.

Gracias a estas características, los expertos han logrado penetrar en las tripas de la Gran Pirámide y arrancarle alguno de sus arcanos. Resulta que los susodichos muones, en sus safaris por el interior de cualquier ser u objeto, se concentran más allá donde hay menos densidad. Se instalan en la piedra o en el hierro, pero en menor cantidad que en los huecos. Así que los investigadores, merced a tres detectores de muones, corroboraron la existencia de cámaras ya conocidas (la subterránea, la de la reina y la del rey) y de corredores catalogados y, a la vez, detectaron una concentración de partículas en un vacío de 30 metros de longitud, a 21 metros del suelo. Ahora se trata de saber qué hay en esa estancia, para qué se usó, cuál era su función, etc, etc. Un apasionante trabajo para científicos, historiadores y egiptólogos.

Sin embargo, ese impresionante descubrimiento no debería de quedarse ahí, reducido a los enigmas de la Gran Pirámide o de otros lugares donde se ha utilizado una técnica similar, tal que el interior de volcanes o yacimientos arqueológicos de Roma y Nápoles. No, hay que dar un paso más. Conviene aplicarlo a otras facetas de la vida y, sobre todo, a ciertas personas. Sabiendo como se sabe que los muones se concentran en mayor cantidad allí donde hay más vacío, ¿por qué no colocar detectores en la sesera de algunas gentes para saber si tienen algo dentro? El Gobierno central, los autonómicos, las diputaciones, los ayuntamientos, los concejos y hasta las comunidades de vecinos podrían adquirir estos aparatitos para saber si quien aspira a un cargo o quiere mandar tiene la cabeza llena o solo aire. Llevaríamos mucho adelantado y nos evitaríamos sorpresas desagradables. Además, se acabarían los enchufismos, los nepotismos y las colocaciones a dedo. Y se descubrirían oquedades, y gordas, en las meninges de los que presumen, y ejercen, de listos, preparados e infalibles. Si los detectores de muones han permitido revelar cámaras ocultas en la pirámide de Keops, ¿cómo no van a atreverse con las cabezas de los consellers, de los jordis y de unos cuantos más, incluidos ministros, directores generales y demás gerifaltes? Que no crean los faraones que, en pleno siglo XXI, no tienen imitadores e, incluso, quien les aventaje.

De modo que les recomiendo que lean sobre los muones todo lo que caiga en sus manos. Hoy por hoy parece únicamente cosa de científicos, pero el día de mañana?

Si estuvieran disponibles los detectores para las próximas elecciones?