Diez meses de presidencia Trump nos han convencido de que pocas cosas positivas podemos esperar. Por eso preocupaba mucho el relevo de la competente Janet Yellen en la presidencia de la Reserva Federal (el banco central americano).

El presidente de la Fed es quien más poder tiene sobre la economía y tutela tanto la estabilidad financiera y de los precios (la inflación) como el empleo. Los dos últimos presidentes -Ben Bernanke y Yellen- han tenido un papel relevante en sacar a los Estados Unidos de la grave crisis del 2008. Ahora la economía crece al 3% y la tasa de paro está en mínimos del 4,2% pero la inflación (1,3% anual) está aún por debajo del 2% que se cree lo adecuado para un crecimiento sostenido.

Para salir de la crisis Bernanke y Yellen aplicaron una política monetaria muy expansiva, criticada por los economistas conservadores y consistente en poner a cero los tipos de interés y comprar deuda pública y bonos hipotecarios para inyectar dinero en el mercado y animar la economía. Esta política ya es inadecuada cuando la economía tira, pero tampoco conviene un giro brusco para no correr riesgos. Por eso se han subido a ritmo lento cuatro veces los tipos de interés (dos este año) hasta el 1,25% (pese a todo muy bajo) y se empieza a reducir el gran volumen de la cartera de valores acumulada.

En campaña, Trump criticó la gestión de Yellen acusándola de casi todo, pero dejó de hacerlo cuando fue elegido. Que la economía vaya bien es fundamental para todo presidente americano que aspire a ser reelegido. El gran peligro era que ahora nombrara a un radical o a alguien poco preparado. Lo óptimo hubiera sido dar a la competente Yellen un segundo mandato como hizo Obama con Bernanke (republicano). Era demasiado para Trump.

No obstante, el nominado, James Powell (64 años), es el mejor de los candidatos que se barajaban. Es republicano centrista y fue elegido para la ejecutiva de la Fed por Obama, con el que tenía buena relación. Trabajó en el departamento del Tesoro y en el famoso fondo Carlyle, donde acumuló una riqueza de 55 millones de dólares. Y desde su nombramiento en el 2012 ha apoyado la política de Yellen. Tiene fama de moderado y se prevé que su política va a ser de continuidad. Por eso inspira confianza.

El punto débil es que su formación es jurídica y, aunque conoce bien el mundo de las finanzas, no tiene la formación económica de fondo de sus predecesores. Garantiza la continuidad, que con Trump no es poca cosa, pero hay más dudas sobre su capacidad si debe hacer frente a una nueva crisis.