Al hundimiento del separatismo catalán con el 155 mandando, con el ex president huido y refugiado en Bruselas, con los líderes independentistas imputados por graves delitos penados con años de cárcel, y con las elecciones autonómicas de diciembre casi a la vista en las que solo queda confiar en un triunfo de los partidos constitucionalistas:PP, PSOE y C´s, a ese hundimiento le ha acompañado, aunque sea a a otra escala, el de Podemos, que parece imparable, fraguado no solo en las antiguas campañas en su contra, sino también y muy principalmente en sus inmensos errores: las posturas radicales, los continuos cismas internos y últimamente su apoyo ambiguo al separatismo catalán, ante el cual los de Pablo Iglesias han mantenido posturas indefinidas y cambiantes, que les han llevado incluso a romper con su franquicia autonómica anclada en la linea aun más extremista.

Resulta que ahora, Podemos, que defendió el referéndum ilegal pero no la ilegal declaración de independencia, no quiere ni oír hablar de ir a los comicios de diciembre si no es solo con la formación de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, mientras que Podem, la marea catalana anticapitalista, que reconoció la falsa república, pretende coligarse con los grupos separatistas, lo que ha hecho que el partido haya desautorizado de hecho a su facción en aquella comunidad. Y en esas se está. Iglesias pregona el derecho a decidir de las regiones, de todas, y sigue ondeando las banderas del federalismo, de la plurinacionalidad, del país de países, de la nación de naciones, de la regeneración política, y de la lucha contra la corrupción, para poner fin a lo que ellos llaman el régimen del 78 y abrir luego un proceso constituyente, siguiendo las pautas del 15M, su programa revolucionario, que no podrá ser nunca otra cosa que una declaración de intenciones que puede que les haga perder aun más votos en próximas citas electorales, como ya vaticinan las últimas encuestas que registran caídas leves del PP y muy acusada de Podemos, mientras subirían el renacido PSOE y C´s. Los de Iglesias los últimos, parece que cada vez más alejados de la realidad española, lo que está incrementando su desgaste y poniendo en evidencia una debilidad que va en aumento. Ya no son una alternativa en ningún caso, y las escasas esperanzas que para ello tenían de unirse al PSOE parece que se han ido al garete tras lo de Cataluña.

La reforma de la Constitución, que no echará a andar hasta el año próximo, si es que arranca, será la plataforma de Podemos en el Congreso para dar a conocer sus planes, siendo los más efectistas aunque tan utópicos como todos los suyos, el dotar a las mal llamadas nacionalidades históricas del derecho a decidir. O sea, que lo de los catalanes lo tendríamos en País Vasco, Galicia, y todas las demás autonomías que se irían uniendo al carro, desde Valencia y Baleares hasta Aragón y Andalucía. En todo caso, ese derecho a decidir el futuro de las regiones habría de ser cosa no solo de sus habitantes, sino de los españoles en su conjunto que tienen muy claro que la unidad de España se encuentra por encima de todo. El montaje del tinglado de las autonomías es lo que hay que reformar, pero a fondo.