Había gran interés y expectación por comprobar lo que iba a ocurrir en Cataluña el día después y primer día del 155, con Govern y Parlament disueltos, y la región intervenida desde Madrid por el Gobierno de la nación. Y no pudieron pasar más cosas, o sí, a todas las horas, casi tantas como el jueves y el viernes de la esquizofrénica semana anterior. De entrada, corrió por las redes sociales una foto enviada por el ex president que no quería dejar de serlo en la que se le veía por algún rincón de la Generalitat, como un fantasma o el fantasmón que es. Pero alguien detectó enseguida que se trataba de una vieja instantánea del ex president que no quería dejar de serlo,

Porque Puigdemont ya no estaba allí, ni siquiera en su casa, ni en Cataluña, sino en Bruselas, hacia donde había salido en secreto, huyendo de lo que le espera, con cinco ex consejeros. Una fuga de cobardes, de ratas que abandonan el barco dejando a los demás que se hundan, y que se relacionó de inmediato con el anuncio horas antes de un ministro belga ofreciendo asilo político al destituido líder independentista, algo que había sido denegado luego por el jefe del Gobierno de aquel país, que incluso acabaría declarando que el destituido presidente debiera estar junto al resto de los secesionistas. Pero ya se sabe que Bélgica siempre prestó gran apoyo a los terroristas etarras, negando la extradición, y encima a las pocas horas de conocerse la vergonzante huida se dio a conocer que los fugados habían contratado precisamente al letrado que llevó y ganó muchos casos de ETA.

No se sabe aun si Puigdemont, diga lo que diga en una prevista comparecencia, acabará volviendo a España, ni se sabe si le sería concedido el asilo político, ni si en tal caso sería facilitada su extradición. Tampoco seria de extrañar que tornase algún día esposado. Porque como su mismo abogado defensor en la región catalana ha reconocido, dada la gravedad de los delitos a los que se enfrenta, lo normal es que más pronto o más tarde termine en la cárcel. Los rumores, las especulaciones y las criticas han retornado. Hay quien culpa a Rajoy de no tomar medidas más drásticas en torno a los rebeldes, y hay quien considera que lo mejor que puede hacerse con esta gente es ponerles un puente de plata. Tampoco se descartan más fugas entre los responsables del fracasado golpe.

El Fiscal General del Estado, ese mismo día, daba cuenta de haber presentado las querellas correspondientes contra Puigdemont, sus consejeros, Forcadell y la Mesa del Parlament, como responsables de la ilegal declaración de independencia, por rebelión, sedición y malversación, delitos que pueden suponer entre 15 y 30 años de prisión. Pide una fianza de 6.200.000 euros y la declaración muy urgente de todos ellos, advirtiendo de su detención inmediata en caso de no comparecencia. Si el Gobierno ha cumplido, también lo ha hecho siempre el poder judicial. La esperanza general, mientras sigue la paranoia separatista, es que como indican las encuestas, la mayoría constitucionalista se imponga en las urnas en diciembre. Solo se necesitan 200.000 votos más.