El posicionamiento de Podemos y particularmente de su líder, el eximio Pablo Iglesias, ante la crisis de Cataluña, está disparando las señales de alarma en la formación morada. No se pueden decir las barbaridades que viene diciendo Iglesias, pensando que la gente es tonta y que se chupa el dedo. Están empezando a recibir el castigo que se merecen por aparecer no sólo como aliados de los independentistas, si no como aliados de Otegi y compañía. Entre los votantes de Podemos también hay gente inteligente que está comprobando horrorizada la deriva.

Lo cierto es que dentro del círculo morado existe una preocupación fundada por las consecuencias, tanto electorales como para el propio devenir de Podemos, de un discurso, el que se han aprendido de carrerilla Pablo Iglesias y sus voceros, favorable a Puigdemont y cargadas de veneno contra Rajoy, al que propinan constantes bofetadas verbales, a veces sin ton ni son, porque la razón no les asiste. Ha habido y hay demasiada prudencia en el Gobierno de España y en sus instituciones, antes de pasar a la acción, entendiendo por tal el 155. Pero eso ni lo ven ni lo valoran los morados. Echenique, Irene Montero y otros que tal bailan, se han aprendido de memoria lo que tienen que decir y lo sueltan por igual ante todos los micrófonos que se les ponen por delante. Escuchado uno, escuchados todos.

Lo único cierto es que Podemos está dejando descolocados a muchos de sus votantes y en muchas autonomías españolas no se les perdona la cantidad de barbaridades que dicen y el antiespañolismo del que hacen gala constantemente. No puede ni debe salirles gratis. La connivencia que mantienen con el discurso de la Generalitat los ha convertido en cómplices de Puigdemont en Madrid, en cooperadores necesarios de los separatistas catalanes que sólo buscan fracturar España. Les importa un bledo quedarse solos con tal de salirse con la suya. Los mensajes que llegan desde los cuatro puntos cardinales de la Europa unida, debieran hacerles pensar.

Los Podemos tienen un grave problema de comunicación con la sociedad española. Hablan para ellos mismos, no para el conjunto de ciudadanos que empiezan a estar asqueados de sus formas, de sus shows constantes, del circo que montan donde quiera que van, especialmente en el Parlamento. Ahora se muestran bajos de ánimo ante lo que se les avecina y que no esa otra cosa que la indiferencia del electorado, y una especie de canguelo les recorre el cuerpo ante un estado de ánimo pesimista. A las encuestas le remito. Y aunque no son una ciencia exacta, avisan de que va a haber "sorpasso", pero de Ciudadanos a Podemos. Me quedo cien millones de veces con Rivera que con Iglesias. Escuchar a este último o da risa, o da miedo o da qué pensar.

Si Pablo y su grey no están contentos en Madrid, están tardando mucho en mudarse al Parlament, sobre todo si se convocan elecciones, y de paso que se lleven con viento fresco al energúmeno de Tardá, a Rufián y algún que otro separatista recalcitrante al que los malos pensamientos, los pensamientos de ruptura de España, no le dejan ver la realidad.