Una vez más los miembros de DECPAL damos por concluida una nueva edición de nuestras jornadas "Reflexiones compartidas en torno a los cuidados paliativos". Jornadas que celebramos siempre en este mes de octubre donde se conmemora el Día Mundial de los Cuidados Paliativos.

Desde las primeras, allá por el 2006, donde un grupo de médicos y enfermeras con vocación y formación en Cuidados Paliativos decidimos crear un grupo que sirviese para difundir una forma diferente de hacer medicina, fundamentada en los cuatro principios fundamentales de la bioética y basada en el alivio del sufrimiento, muchas veces debido al propio abandono de los pacientes por los mismos profesionales, hemos recorrido un largo camino.

Hemos defendido que, cuando en muchas ocasiones, la tecnomedicina se agota, cuando la medicina curativa dice "ya no hay nada qué hacer", comienza un largo peregrinar de muchos pacientes y sus familias y en estas situaciones complejas, donde lo que importa no es cuanto sino cómo, la Medicina Paliativa supone casi siempre la respuesta a esas necesidades.

Además del enriquecimiento que han supuesto las extraordinarias comunicaciones presentadas, de la profesionalidad y humanismo que han demostrado los ponentes invitados, debemos reseñar dos cosas que se vienen produciendo y que va a ser difícil reviertan a no ser que se implementen medidas eficaces para de verdad tratar con dignidad a las personas en la última etapa de sus vidas:

La vocación en el cuidar sigue -y debe seguir- siendo mayoritaria por parte de los profesionales de enfermería, a los que se van uniendo los profesionales de la psicología, lo que representa una mayor valía para acercarnos al ideal de composición de los equipos. Y decimos que deben seguir siendo pues, por desgracia también, una profesión con una vocación absoluta en el cuidar, está padeciendo las desdichas de la tecnocracia, viviendo cada día una mayor deshumanización, como apuntaba uno de los conferenciantes que pedía a las enfermeras de su equipo que por favor no se parecieran a los médicos.

También se refleja en la poca presencia de profesionales médicos. Estamos acostumbrados a que en todas las jornadas representan siempre un número minoritario. Generalmente no interesa el sufrimiento. Generalmente los médicos pasan de puntillas ante la muerte limitándose a prescribir tratamientos sin antes haberse preocupado por lo que realmente quieren los pacientes y sus familias, dónde está realmente la clave de su sufrimiento y esta es la llave del segundo punto: "medicina paliativa no es poner morfina" (que por cierto se hace mal en infinidad de ocasiones tanto para el correcto tratamiento del dolor como para situaciones donde está claramente no indicada como es la situación de sedación paliativa, aunque esto es otra guerra), por lo tanto si no hay interés (ni tiempo) como la Atención Primaria de Salud va a sustentar los cuidados paliativos? Como muchos médicos, altamente capacitados pero ciertamente deshumanizados se van a acercar a la cabecera de la cama de los moribundos?

Y esto nos aboca a otra tercera conclusión que consiste en la capacitación o en la especialización en Medicina Paliativa. Solo garantizando la formación y exigiendo la capacitación de los profesionales tendremos una medicina paliativa eficaz, eficiente y justa.

No es cierto que cualquier médico pueda hacer una buena medicina paliativa; no es cierto que cualquier profesional pueda estar al lado de moribundo para aliviar su sufrimiento sin haber tenido antes una formación exquisita y ciertamente los médicos somos los que debemos callar en este sentido.

Para finalizar no podríamos concluir estas jornadas sin agradecer a la villa de Benavente su acogimiento y sobre todo a esa labor del equipo de voluntarias que nos ofrecieron todo su apoyo y experiencia sin los cuales no hubiésemos podido realizar unas jornadas de calidad. Gracias Cristina Viforcos, gracias Cecilia Pérez, gracias Esperanza Tobía, gracias Felisa García.