Nos cuenta la prensa que la Unión Europea ha resuelto adoptar sus primera sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro. Llevaba el Gobierno español tiempo pidiendo que la UE castigase a los gobernantes venezolanos por sus excesos antidemocráticos, y hasta ahora Bruselas se había mostrado reacia.

No seré yo quien defienda al Gobierno venezolano y mucho menos a Maduro, un político de modales infinitamente más zafios que su predecesor y carente además de la visión política que tuvo aquél. Pero hay que decir al tiempo que el Gobierno del PP y otros partidos de la derecha española no son tampoco neutrales cuando se refieren a los ciertamente graves sucesos de aquel país. Venezuela se ha convertido entre nosotros en un asunto de política interna, y las condenas al régimen chavista son sobre todo un pretexto para demonizar a un partido a la izquierda del PSOE.

Ante el nuevo movimiento de Bruselas, no está de más recordar el destacado papel que tuvo en su día José María Aznar en la decisión de la UE de aislar a la Cuba de Fidel Castro. Aislamiento que duró veinte años y al que finalmente puso fin la política de apertura de Barack Obama, nuevamente en peligro tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. No creo que aquella decisión favoreciera a los intereses españoles, sino que han sido otros países, entre ellos Francia, mucho más hábiles a la hora de aprovechar el deshielo en las relaciones con Cuba.

En el caso de Venezuela, no parece tampoco que la antigua metrópoli fuese la más indicada para tomar en la UE la iniciativa de impulsar un castigo a su régimen. Hay quien trata además de blanquear a los gobiernos venezolanos anteriores a Hugo Chávez, olvidando que fueron sus políticas antipopulares y corruptas las que facilitaron el triunfo del chavismo. Y también quien olvida demasiado fácilmente las relaciones que mantuvo algún veterano político nuestro, hoy implacable azote de Maduro, con aquellos dirigentes y los empresarios igualmente corruptos que los rodearon.

Está bien denunciar las violaciones de los derechos humanos y la deriva antidemocrática en aquel país, pero hace falta más "finezza" diplomática y sobre todo más decencia por parte de algunos.