Lo que se ha visto y sigue viendo en Cataluña en sus calles e instituciones, en las marchas de sus fanáticos independentistas, en la aceptación de la ilegalidad y el rechazo a la Constitución y a la justicia, en los disturbios dirigidos, en el enfrentamiento a las fuerzas del orden, en las mentiras y las manipulaciones de los heridos en las cargas policiales, todo eso, no solo resulta la expresión de un nacionalismo cerril y sin sentido, producto de la manipulación y del falso victimismo, sino que, sobre todo, es odio. Odio en estado puro, latente y desenfrenado. Dos de sus principales promotores, los presidentes de las asociaciones separatistas ANC y Omnium están ya en la cárcel y sin fianza.

El nuevo siglo nos trajo primero el euro y luego la crisis, que no ha sido solo económica sino moral, de principios, valores y ética, con la corrupción como una de sus peores consecuencias. Y con el odio, pues el siglo XXI ha instaurado también, ya plenamente afianzado, el imperio del rencor, del resentimiento, la frustración y la envidia, algo que flota en el ambiente, que se nota, que hiede. Porque además los que odian se han hecho ahora más acosadores y cercanos que nunca, tanto humanamente como política y socialmente debido a las nuevas tecnologías, y ahí está en la basura de las redes sociales la ferocidad sin límites y pocos riesgos de los odiadores y las odiadoras, los haters como ya se les denomina con el término inglés, un movimiento de perdedores y fracasados que cada vez más parece dirigido y encaminado hacia la involución del sistema para constituir un nuevo y anárquico orden mundial, encabezado por premisas como las múltiples nacionalidades, la inexistencia de género, la destrucción de la familia, y la creación de formas perversas de una sociedad del todo vale.

Si es que no se reacciona, que no se sabe si se reaccionará o no en esta vieja y caduca Europa, y ello en pro de la solidaridad, del buenismo que tanto mal origina, de la corrección política. Aquí y allá se soportan normas, influencias, consejos, directrices o chantajes de importantes organismos internacionales muchos de ellos corruptos y sin control. No existe resistencia a la penetración de los lobbies, de la clase que sean y que no dejan de ir extendiendo sus tentáculos de poder, como no parece existir tampoco ninguna preocupación por prever un futuro dominado por lo que esos oscuros movimientos puedan deparar en el desarrollo de planes antinaturales y alejados de la realidad. Solo que la naturaleza siempre impone su ley y su fuerza. La cuestión está en quienes financian esos poderosos grupos de presión impulsores del odio como motor de la vida, colectivos muy minoritarios pero que, solo en subvenciones oficiales manejan millonadas de euros de las que se benefician activistas y oportunistas.

Lo peor de estos nuevos ideólogos de la subversión humana, política, y social es el decidido adoctrinamiento en escuelas y medios audiovisuales que se lleva a cabo en los menores, preparando un mañana de odio y sin amor, solo sexo, en el que se den cita y reúnan tantas revoluciones frustradas. Hay que saber lo que está ocurriendo no ya a nuestro alrededor sino en sus alcantarillas y cloacas.