Al incendio político del Noreste del Estado (Cataluña) le ha sustituido en el interés de la opinión pública el pavoroso incendio forestal del Noroeste peninsular que afectó gravemente a Portugal, Galicia y Asturias. En Portugal han muerto 30 personas y hay numerosos heridos, en Galicia hay cuatro muertos y en Asturias corre peligro el famoso bosque de Muniellos, reserva de la biosfera. En pequeños núcleos rurales se vivieron situaciones de intenso dramatismo y en ciudades como Vigo la cercanía del fuego obligó a desalojar fábricas, superficies comerciales, viviendas y edificios institucionales. Por si esto fuera poco, un humo intenso dificultaba la respiración y, arrastrado por el fuerte viento, fue perceptible a muchos kilómetros.

La catástrofe social y económica empezará a evaluarse a medida que la situación se normalice pero sus efectos durarán dada la enormidad del destrozo. Mientras tanto, buscamos culpables. El presidente de la Xunta de Galicia habla de un inconcreto "terrorismo incendiario", estima que la intencionalidad de la mayoría de los focos está fuera de toda duda y señala a Portugal como origen de la más importante ola de fuego. Las autoridades portuguesas, en cambio, apuntan a que el origen tuvo lugar sospechosamente en terrenos de pastoreo justo un día antes de que las anunciadas lluvias pusieran fin a un prolongado período de sequía. Para representantes de la oposición es obvio que la política del Gobierno del PP contra los incendios ha fracasado rotundamente y lo responsabilizan de haber cesado a 436 brigadistas cuando era evidente que un verano y un inicio de otoño excepcionalmente secos abonarían su continuidad hasta el inicio de la estación lluviosa.

Se ha especulado mucho sobre la intencionalidad de los autores de los incendios y sus motivaciones. Y entre ellos, aparte de los pirómanos, a quienes se considera unos enfermos mentales, se citaba a los madereros, a los cazadores, a los vecinos que actuaban por venganza y también a elementos subversivos que pretendían hacer daño nunca se supo con qué fines políticos. Incluso se llegó a hablar de sicarios que lanzaban sobre los bosques una especie de pequeños globos incendiarios de efecto retardado. Cualquier cosa, menos hablar de la realidad. Una realidad que permite anualmente la autorización de hasta 300.000 quemas de rastrojos; el uso del fuego en áreas recreativas, y zonas de acampada y descanso; tolera la falta de limpieza en los montes; o permite actividades pirotécnicas en fiestas y romerías. Súmese la plantación masiva de eucaliptos, que favorece la propagación de los incendios, y tendremos un mapa bastante ajustado de un territorio propicio a las actividades incendiarias. Solo Galicia acumula el 50% de toda la superficie quemada al año en España.