Así dice la canción, pero no sé si muchos estarán de acuerdo con ella y con lo que ella supone. Nacemos solos, morimos solos y mucha parte de nuestra vida la vivimos solos. La soledad es una compañera inseparable de la vida humana, a pesar de nuestra condición de seres sociales. También alguien dijo que "la soledad más terrorífica es la que se sufre con personas a tu lado. La que se saborea es la que se elige, y la que se odia es la que se impone".

Sin embargo, hay mucha gente que sabe vivirla bien y que, incluso, la busca; personas que viven una vida tan estresada que la buscan para encontrarse consigo mismas, recuperar energías y cargar las pilas. El mismo Jesús lo hacía e invitaba a sus discípulos a hacerlo: "venid a un sitio tranquilo a descansar".

Yo, a lo que iba, es a la necesidad de ciertos momentos de soledad para el ser humano. Momentos de desconexión social. Momentos para pensar, para reflexionar. Momentos en los que incluso "desconectas" el cerebro y lo pones a descansar, que falta le hace al pobre.

Viene a cuento esta reflexión a propósito de una noticia que salió en la prensa hace unos días de un anciano que acudió a urgencias de un hospital en Argentina, con una fuerte cefalea. Después de varios análisis no le encontraron nada y, entonces, confesó que aquel día cumplía 84 años, su mujer había fallecido hacía cuatro años y no tenía hijos. Él era el único de sus cuatro hermanos que aún quedaba con vida y lo último que quería era quedarse solo en ese día tan señalado. Las enfermeras se conmovieron ante este relato y le hicieron una pequeña fiesta con tarta y vela incluidas.

La soledad es uno de los grandes enemigos del bienestar de nuestros mayores. Algunas investigaciones han encontrado que la soledad es un problema grave de infelicidad que incide en la mortalidad prematura, en el deterioro de la salud mental y en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y demencia. ¡Casi nada!

El hombre de nuestra historia forma parte de ese grupo en riesgo de exclusión social que son los mayores que viven solos. Según la enfermera que le atendió por aquella fingida cefalea, uno de los tres deseos que pidió cuando sopló la vela de la tarta improvisada fue que el próximo año le pase lo mismo.

Valoremos lo que tenemos y no lo que nos falta. Si tenemos a alguien que nos espera, que nos cuida, alguien que nos llama, que se preocupa por nosotros, que nos valora y nos ama, cuidémoslo, porque somos millonarios y no nos estamos dando cuenta.