La rebelión de los independentistas catalanes sigue mostrándose como un callejón sin salida o con esa única salida: que los golpistas vuelvan a la ley y a la Constitución, tras lo cual cabría el diálogo. Y por si así no lo hacen ya está en marcha el artículo l55 de la Carta Magna que contempla la suspensión de la autonomía, la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones regionales.

No es tiempo de más demoras que solo han servido para pudrir más una situación podrida desde el principio y desde las raíces mismas. El Gobierno en un consejo de ministros extraordinario celebrado el miércoles, víspera de la fiesta nacional de España, tras la confusa declaración unilateral asumida por el peripatético Puigdemont, que a la vez suspendía su aplicación, decidió poner sobre la mesa el famoso 155. Se esperaba, dado el desarrollo de los acontecimientos, y no sorprendió, pero si causó cierta sorpresa el modo con el que se inicia el desarrollo de la ley. Porque si confusa resulta la declaración separatista del Parlament, también resulta un tanto confuso el últimatum dado por Rajoy a la Generalitat, cuyo presidente habrá de ratificar, antes del día 19 en todo caso, si declaró o no declaró la independencia de Cataluña, algo que parece obvio pese a la surrealista ceremonia provocada, y que ha obligado al Gobierno a abrir el proceso que acabe con la gravísima crisis creada en todo el país, algo a lo que el mismo Rey instó en su discurso institucional de hace unos días dirigido a los españoles.

Parece ser, no obstante, que la exigida aclaración de Puigdemont es solo un trámite previo, de protocolo, a la aplicación del 155 y que la postura del Gobierno en este sentido es bien firme a no ser que Puigdemont de marcha atrás y retorne al orden constitucional. Una vez que se confirme la declaración de independencia, el desarrollo del articulo que pondrá las cosas en su sitio entrará en vigor de pleno y con todas sus consecuencias y asunción de responsabilidades. Pero qué pasa si Puigdemont no responde al requerimiento o si niega haber hecho la declaración formal de independencia? Esa es la cuestión que no queda suficientemente clara. El silencio es otorgamiento, pero habrá que ver que pasa si la respuesta del mesías soberanista es que no, que él no hizo ninguna proclamación aunque la asumiese y que al respecto solo se firmó un documento, cuyos efectos quedaron suspendidos y a la espera.

Rajoy cuenta ahora con el apoyo del PSOE y una mayoría absoluta en el Congreso, aunque el apoyo socialista le cueste tener que iniciar luego el estudio para la reforma de la Constitución. Algo muy positivo y necesario ya, sin más dilaciones. Con ellos está C´s, el más firme en su postura, y en contra, defendiendo la secesión, los de Podemos, impresentables. Por su parte, parece que Puigdemont continua decidido a mantener su torpe deriva. Pero habrá que verlo, porque puede que lo que pretenda no sea otra cosa que volver a ganar tiempo a base de trampas y más trampas, pidiendo dialogo y mediación que fuera de la ley no se producirán y acosado ahora además por sus socios radicales de la CUP, que también le han dado un ultimátum. La cuenta atrás del 155 tiene que haber comenzado ya.