En medio del altar mayor, sobre la escalinata que lo separa del espacio dedicado a los fieles, podía verse, con nitidez, una enorme bandera de los independentistas catalanes de varios metros cuadrados. Era en la Parroquia de la Virgen de Pompeia, en plena Avenida Diagonal de Barcelona, donde el cura de turno se despachó pidiéndole a Dios que iluminara el "1-O" y la independencia. ¡Qué lástima!

En otro lugar de Cataluña, el obispo de Solsona se explayaba afirmando que "votaré la autodeterminación, porque es un derecho inalienable". ¡Qué lástima!

Mientras tanto, en otra parte, 300 curas catalanes firmaban un manifiesto diciendo que lo del referéndum "es legítimo y necesario", a la vez que 400 religiosos le escribían al papa, pidiéndole que influyera para que se celebrara el referéndum. ¡Qué lástima!

Y mientras tanto la Conferencia Episcopal en Belén - nunca mejor dicho - con los pastores, sin condenar o al menos censurar tales actitudes. Conformándose con hacer público un escrito cuyo texto nada entre dos aguas, puesto que deja claro que sintoniza con los obispos catalanes, aunque pida que se imponga el diálogo entre la clase política. ¡Qué lástima!

Y luego se quejarán de que la gente les critique, que le hagan ver su tibieza en esta ocasión como también sucedió en otras anteriores, militando descaradamente en espacios que les convienen solo a algunos.

Lo de bandera independentista en el altar mayor, trae a la memoria a aquel otro golpista, el general Franco, a quien la Iglesia paseaba bajo palio - a pesar de estar reservado a la Sagrada Forma - tras haber firmado unas cuantas sentencias de muerte. Rodeado de la jerarquía de la Iglesia, ataviada con mitras, báculos, albas e ínfulas, propias de las grandes ceremonias, aquellas ceremonias ponían en evidencia la entrega y pleitesía al dictador, hacia quien ejercía el poder en ese momento.

Y luego se extrañarán que la gente deje de poner la "x" en la casilla de la declaración de la renta, porque ¿con que estómago se va a entregar ese 0,7% a quien se está posicionando en lugares contrarios a sus ideas? Porque mal está que, con su propaganda, ya sea en su televisión o en su cadena de radio, la Iglesia se posicione a favor de los poderosos, pero lo de ponerse la venda para no querer ver como los independentistas catalanes se saltan las leyes con la bendición apostólica de sus clérigos, ya es pasarse un pelín, ya que, de esa manera, perdonan el pecado de conculcar los derechos de millones de ciudadanos, incluidos más de la mitad de los que viven en Cataluña. Tal comportamiento, aunque a estas alturas no llegue a sorprender, raya en el esperpento, como pasaba en las iglesias vascas cuando se negaba el pan y la sal a las familias de los asesinados por ETA cuando reclamaban celebrar un funeral.

Es cierto que cualquiera se encuentra en su derecho de poder expresar sus ideas, incluidos sacerdotes y obispos, pero a nivel individual, en la calle, en un café, en la tele, o a través de los órganos establecidos al efecto, pero no en la Iglesia. Porque, que se sepa, ese es lugar dedicado al culto y no a otras cosas, a otros devaneos, a determinados intereses económicos.

No se recuerda haber visto en alguna iglesia la bandera de alguna ONG, incluida Cáritas (gestionada por la propia Iglesia Católica) aunque, en ese momento, la gente estuviera haciendo cola en alguna de esas organizaciones para poder comer caliente. Pero en estos días se consiente, tolera, y fomenta la oración a Dios pidiendo lo que supuestamente puede beneficiar a unos en detrimento, también supuestamente, de otros.

Según recientes estudios es la burguesía catalana quien se encuentra más interesada en la idea de la independencia, y los que menos lo desean son los más necesitados y los emigrantes. Por tanto, ponerse del lado de los que menos lo necesitan no encaja demasiado con la doctrina cristiana, ni tampoco con lo que insiste en recordar el papa Francisco ("La Iglesia está llamada a salir de sí misma y proyectarse hacia las periferias")

¡Qué lástima!