Para hablar de la antigüedad de la iglesia de San Cipriano, nos remitimos al testimonio de documentados historiadores como Rojas Villadrando y Fernández Duro. Suponen que la construcción del templo pudo acabarse en el año 971, y que la acción devastadora de Almanzor acabó con la iglesia en el 986, dejando Zamora en tales ruinas (en tiempos de Ramiro III), que se dice que aquí no se levantó cabeza hasta el año 1055 en que el rey don Fernando I de León, el Magno, reedificó la ciudad.

De la destrucción llevada a cabo por la morisma, debió quedar en pie un trozo de muro que representa el dibujo sobre el cual se hizo la reconstrucción más adelante, pero hay razones que apoyan la creencia de una reconstrucción en el reinado de Alfonso V, el de los Buenos Fueros, que reinó del 999 al 1028.

Hay piedras en la iglesia de San Cipriano que, al parecer, identifican al maestro que dirigió la obra, en cuyo caso viene a constituirse en documento de mucho valor, porque, si bien cuenta Zamora con otros templos de la misma época, como son San Claudio de Olivares, Santa María la Nueva y Santo Tomé, ninguno tiene en sus piedras ejecutoria escrita como las de San Cipriano.

En un sillar se leía sin ninguna dificultad "vermuco ferario qui fecit memoria de sua fravica". La figura que en traje y dibujo armoniza perfectamente con las del arco representa a un herrero en el ejercicio de sus funciones. El grosero retrato de Bermudo, no solo maestro herrero, sino de obras en general, y director de esta, cosa muy común en su época, que quiso dejar memoria de su ingenio, lo que no hubiera hecho si solo hubieran corrido a su cargo los herrajes. La leyenda en latín bárbaro indica la transición del lenguaje y ayuda a la investigación de otros signos.

Había otro sillar que revelaba con la misma claridad el significado de lo que estaba esculpido: "Marcun: CCMateum: Lucas: e ioanes", nombre de los cuatro evangelistas, cuyos respectivos ángel y animales simbólicos están toscamente representados en los ángulos del cuadrado circunscrito.

En el círculo interior campea el crismón o monograma constantiniano XPS, y a uno y otro lado en la parte superior, las dos letras griegas alfa y omega, principio y fin, símbolo de la Divinidad de Cristo.

En la parte inferior, había otra representación enigmática, que podría ser el pelícano, toda vez que este pájaro servía de emblema o figura alegórica entre las designadas por el "Signun Christi".

Toda esta minuciosa descripción de los indicios que avalan la antigüedad de la iglesia de San Cipriano, están extraídos de un largo texto, titulado "Mirando al Pasado", firmado por Cesáreo Fernández Duro en 1879.